26 junio 2011

...so let's go back ¿to the start?

["…nobody said it was easy /
no one ever said it would be so hard /
oh, take me back to the start…"

The scientist - Coldplay]


Supongo que en la vida de todos hay momentos en los que se pierde el norte. Se pierde el rumbo. La dirección. El objetivo. Empiezas a dar vueltas en círculos. Y el punto de partida se convierte en el de llegada, una y otra vez. Y te sientes como un perro que juega a perseguirse la cola. Y sientes en vano tanto la primera vuelta como la última, y todas las que quedan atrapadas en el medio.

Te sientas a pensar. Y tu cabeza se calienta. Todas las salidas. Todos los intentos. No ha habido resultado. Solo un no por respuesta. Una vez tras otra. Y te cansas. Se te viene el mundo sobre los hombros. Y se te hace pesado. Y sientes que el ángulo de rotación pone tu vida cuesta arriba. Y ves a los demás en bajada ligera. Pero tu carga simplemente se incrementa. Cada segundo. Cada minuto. Cada hora. Y cada día que pasa.

Rezas de adelante para atrás y de atrás para adelante. Recitas a todos los santos que conoces. Y a todos los que te inventas. Recurres a todos tus familiares muertos. Les pides ayuda. Suplicas clemencia. Que pare la adversidad. Das gracias por cada una de las cosas que tienes. Pides perdón por aquellas en las que sabes has obrado mal. Y con cada lágrima que resbala por tu rostro boca arriba, sin aliento y tratando de contener la respiración para no perder el control, ruegas por más fuerza y ánimo.

Pero caída tras caída y con cada puerta que se cierra, pierdes un poco de fe. Y al declararte no religioso, pierdes un pedazo de ti mismo. Y gana la desesperación. El preguntarte qué harás. Cómo sobrevivir. Cuál es la solución. Cuándo irán las cosas mejor. Buscas la supuesta ventana que se abre cuando una oportunidad cae y rueda por el suelo con tu esfuerzo. Pero nada se abre. Todo se nubla. Y un no llega tras otro con la facilidad que un pájaro bate sus alas para volar. Y encima de todo, cuando miras hacia arriba, empieza a llover.

Si. Nunca nadie ha dicho que la vida sea fácil. Todos sabemos que no lo es. A algunos nos cuesta el triple que al resto. Y así vamos. Y aún así seguimos. Porque somos tercos. Porque siempre queremos y buscamos más. Porque batimos contra el suelo el conformismo. Porque, en el fondo, aún conservamos la esperanza de que algún día sea más fácil. O en todo caso más reconfortante.

En estos días, en uno de mis tantos ataques de pánico de los últimos meses preguntaba sin parar a Migue cómo estaba la cosa en Caracas para conseguir un trabajo. Porque en mis wildest dreams de la desesperación, sólo podía pensar que la solución era volver al principio. Tomar mi pieza de juego (que en este caso supongo soy yo misma) y devolverla a la casilla de "start". Empezar todo de nuevo. Dejando fracasos atrás.

Luego de unas horas, unas lágrimas y unos tragos de más, me he dado cuenta de que incluso hoy estoy en mis casillas de partida. Si, no es una sino varias. Una tras otra. Aquí el juego está empezando. No. No ha sido fácil. Nunca lo ha sido. Ni en un sólo minuto de los últimos cuatro años. Pero sin embargo, terca como soy, quiero pensar que no todo está perdido. Quiero pensar que estoy una casilla de castigo. Aguardando mientras los demás juegan. Esperando mi turno. Viendo cómo todos avanzan para luego hacerlo yo con una movida maestra. La cosa es que aún no sé cuál es esa estrategia. Sigo de pie en una casilla. Viendo como todas las que dejé atrás me han cerrado la puerta negándome la opción de retorno. Y es que, más allá de cualquier cosa, esa opción me la niego hasta yo misma.

No es fácil pensar en volver. Porque no quiero hacerlo. Ni a España. Ni a Venezuela. No quiero. No obstante, me ofusco al verme perdida y sin esperanzas, maniatada completamente. Y sólo puedo pensar en el "Qué hubiese pasado si… me hubiese quedado en Caracas? o si hubiese estudiado otra cosa en Madrid?"

No vale la pena pensar en posibles respuestas. Porque son sólo eso. Posibilidades remotas. Cosas que no fueron. Oportunidades o decisiones que nunca vieron la luz. Que se quedaron en una casilla de juego esperando volver a jugar. Esperando lanzar los dados en busca de un buen número para mover fichas y abrir puertas o ventanas. Pero no. No se movieron nunca.

Yo me muevo. Pero me canso. Una vez tras otra he recibido un no por respuesta. Y no es fácil. No. Y sólo puedo llorar. Y me desespero y pienso tonterías. Tonterías como la de desistir y regresar. Pero no. Porque aún no he conocido a un Engberts que desertara cuando las cosas se pusiesen color de hormiga. No. Nunca nadie dijo que sería fácil. Pero coño, nunca nadie dijo que sería tan difícil. Después de todo, no estoy pidiendo las cosas hechas o esperando el camino fácil. Pero si pido un golpe de suerte. O al menos alguien que me de la oportunidad de empezar, y avanzar, con buen pie.

...so let's go back ¿to the start?
No. Ya estoy allí.
Y allí es aquí.
Porque como dirían en este lado del mundo: "Willen is kunnen".
Y yo quiero.
Y mucho.


24 junio 2011

...encrucijada

...desde hace años estoy aquí parada.
...y ya no sé qué más hacer.
...sigo sin saber qué camino tomar.


18 junio 2011

...three is a magic number

Tres semanas en Holanda. Tres jarras de tinto de verano en menos de tres horas. Tres programas y sólo dos cosas por decir en medio de una borrachera que parece caminar, también, a tres patas.

Uno.
Hay ahora mismo en Holanda una campaña que, palabras más, palabras menos, dice: "todo lo que le digas a un niño en su infancia, maracará su vida para siempre". Y me pongo yo a pensar dentro de mi borrachera. Muchos de mis errores vienen de una cosa en particular que me dijeron siendo muy niña: "...todas las demás son mucho más bonitas que tú...". Si. Ciertamente. Lo que le digas a un niño, marcará su futuro. No sé si dar gracias o ponerme a llorar a moco suelto. Pero todo lo que soy ahora tiene su comienzo en esa frase que me dijeron en la fiesta de mi quinto cumpleaños. Gracias a ello siempre he sentido que soy menos que las demás. Menos valiosa, menos importante, menos fuerte, menos bonita... menos, menos, menos. Siempre menos de lo que, por común denominador, se considera suficiente.

Dos.
El hecho de que tu padre te abandone incluso sin conocerte, te deja una cicatriz que no se va con agua y jabón, ni tampoco con un quitamanchas de lo más poderoso. Siempre, sin importar lo que pase o las cosas que logres, te vas a sentir como si ese abandono fuera tu culpa, como si hubiese algo malo contigo mismo que hubiese hecho que esa persona tan importante para ti se haya ido de tu vida sin siquiera haberte dado la oportunidad de tener la conciencia suficiente para hacer el esfuerzo de agradarle y conocerle. Como si hubieses hecho algo tan malo que no valiese la pena estar a tu lado al menos el primer año.

No, no he llegado a este post luego de solo dos horas de darle vueltas o luego de tres semanas de estar viviendo un cambio de vida. Se trata de cosas que están ahí y que se vuelven parte de tu día a día sin haber sido algo de tu propia elección. Algo a lo que estás tan acostumbrado que, sin querer, lo dejas pasar debajo de la mesa, porque ya ni te das cuenta de que existe. Lo asumes y ya. Vives con ello. Y lo haces parte de tí. De tus fortalezas cuando te envalentonas. O de tus lágrimas cuando sientes que todo se desmorona a tu paso.

Cuando en una entrevista de trabajo te animan a que digas tres cualidades positivas y tres negativas de ti mismo, sin dudar ni un segundo, puedo decir que lo primero que pasa por mi mente son estas dos corrientes.

Yo soy una persona que trabaja sin importar lo que cuesten las cosas. Que ayuda sin importar el quién, o el cuándo, o el dónde, o el por qué. Soy una persona competitiva que siempre quiere más, que no se conforma con lo que tiene, y cuyo lema de vida, entre otros, es: "...si los demás pueden, yo también y si yo puedo, los demás muchísimo más...". Pero es que la cosa no queda sólo ahí, no. Además, soy una persona que se critica mucho más duramente que el resto y, más importante aún, que al resto. Soy una persona tan perfeccionista que nunca cree que lo que hace es lo suficientemente valioso como para que el resto lo note. Todo lo malo lo dejo pasar y me lo trago, por el simple hecho de que, a toda costa, trato de evitar que la gente que quiero se aleje de mi por una queja fuera de lugar. Y soy tan introvertida porque me da miedo que los demás se den cuenta de mis errores y decidan, también y una vez más, irse.

En definitiva, si, "todo lo que le digas a un niño en su infancia, maracará su vida para siempre". No, yo no soy la más bonita. Y sin me pones a pensar en cualidades positivas y negativas, sin duda las últimas serán las más fáciles de sacar y las primeras que te diré.

Y todo esto se hace más tangible luego de tres semanas compartiendo a fondo contigo misma. Y rueda más fácil por tu lengua cuando te tragas tres jarras de tinto de verano como si fuese agua luego de correr un maratón.

...y luego oigo en una canción que el tres es un magic number.

17 junio 2011

...y te dije hola en mi recuerdo.

...y hoy mientras veía la lluvia caer, me perdí en la niebla.
...recordé tus rizos.
...y quise encoger la tierra.

...volver a tus labios.
...esas delgadas líneas.
...transporte al infinito.

...hoy estuviste aquí.
...entré a tu encuentro.
...y te dije hola en mi recuerdo.

14 junio 2011

"..."

"...my feelings don't always fit the situation..."

[Grey's Anatomy]


13 junio 2011

...érase una vez una venezolana que vino a parar a Holanda...

"... y la cosa es que empecé entendiendo y luego no entendía ni pio..."




...2

["...Solía preocuparme mucho sobre qué sería cuando creciera.
Cuánto dinero ganaría o si algún día sería exitoso.
A veces lo que más deseas no sucede.
Y a veces lo que menos esperabas se hace realidad..."
*Olvidé dónde vi esta cita, cuando lo recuerde, actualizaré]

Hoy por hoy, con dos oleadas de huida a la espalda, sólo me preocupa salir adelante.

Cuando iba a España, tenía la ilusión de que llegaría a un país del primer mundo a estudiar fotografía, cosa que en Venezuela era casi imposible. Pensaba en que sería alguien importante a fuerza de trabajo y algo de suerte (de esa que en mi país hacía falta por temporadas). Soñaba con fotos importantes. Portadas de revistas. Exposiciones en galerías. Una casa para mi mamá. Y todo. Todo por delante. Luego esos ideales tan "idealistas" se fueron por el caño. Entendí que no llegaría a ninguna parte con ninguna de mis dos "carreras". Porque eran más un hobbie que cualquier otra cosa. Entendí que, aunque me comiera la cabeza tratando de explicarme, siempre sería una inmigrante. De tierra de nadie. Punto pelota. Entendí que debía dejar gustos de lados y seguir adelante haciendo cosas que no me gustaban. Dejé la cámara de lado. Y caminé. Seguí y seguí. Hasta que me asquée.

Hoy estoy en Holanda. Me vine esta vez sin aspiraciones. Sin mayores expectativas. Sólo la aventura. Mejorar un idioma. Valerme del nativo. Volver al comienzo del juego. A mis raíces. A la cuna de mi apellido. Hacerle justicia al esfuerzo. Ese que también comienza con E de Engberts.

Ya no me preocupa qué seré cuando crezca. Ni tampoco cuánto dinero ganaré o si algún día seré exitosa. Por mi experiencia, lo que más deseas no sucede. Sin ánimo de ser pesimista. Y a veces lo que menos esperabas se hace realidad. Yo no quiero esperar más. Quiero vivir tranquila, en un lugar que me guste y que me respete. Que no atente contra lo que soy o lo que quiero ser. Sólo cruzo los dedos por un poco de suerte. Y un trabajo que me de lo suficiente para comer.

Hoy por hoy, con dos oleadas de huida a la espalda, sólo me preocupa salir adelante.


03 junio 2011

...esto es para ti, mamá!

Hace una semana me desperté temprano. Miré por mi ventanal y vi el sol de todos los días. Llenaba, poco a poco, el ático del edificio vecino. Y el reflejo de luz invadía mi cuarto. Pensé en tomar una foto y luego hacer un cuadro con ella. Para recordar la vista de mi antiguo cuarto. En eso se me nublaron los ojos. Y traté de no pensar más en ello. Te oí en el pasillo, así que voltée y vi cómo te acercaste y te metiste en la cama conmigo. Como cuando era pequeña.

Hace una semana me levanté para tomar una taza de café contigo. Y luego salimos al balcón a arreglar los muebles. Barnizarlos para antes del verano. Una brocha para ti. Otra para mi. Guantes para las dos. Dos botecitos de activia vacíos, para llenarlos con barniz. Y luego las pecas ficticias y los restos por todo el cuerpo.

Hace una semana estábamos en mi cuarto. Arreglando maletas. Decidiendo qué iba y qué no. Pesando y repesando. No más de 16 kilos en cada una. Y sólo dos para meter tres años en ellas. Dejar libros. Cuadros. Zapatos. Ropa. Dejar fotos. Ese cubrecamas tan viejo y del que tanto te quejas, pero que tanto me gusta. Dejar mi cuarto con todo lo que amo. Con todo lo que tanto me costó conseguir. Mis máscaras del cirque du soleil. Mis souvenirs de Barcelona. Y la vida.

Hace una semana te estaba pasando a cd's las fotos de tus viajes. Para vaciar tu portátil. Para que no tuvieras que hacerlo tú. Te instalaba un plug-in para que vieras peliculas como hacíamos juntas los fines de semana. Y te ponía accesos fáciles en las pestañas del explorador. Para que tuvieses todo a la mano y hacerte mi partida un poco más fácil.

Ahora, aunque todo viene a la mente, lejano y difuso, trato de acordarme de qué estaba haciendo hace una semana a esta misma hora. No puedo recordarlo. Por eso decido ver la pelicula que viste anoche en el cine, para sentirme más cerca de ti. Imaginando lo que pensarías con cada escena. Acordándome de cuánto te gusta adivinar, en voz alta, todo lo que pasa. Y saco un kleenex, just in case.

Hoy compré mis primeras cosas en Holanda: unos vasitos pequeños. El modelo que me recuerda tanto a Mamina, pero en tamaño mini. Y sólo pensaba "así los estreno con mamá y brindo con ella cuando tenga mi nueva casa". Y brindaremos con crema de orujo, esa que traerás de Madrid especialmente para la ocasión. Y brindaremos con nuestros primeros chupitos en mis vasitos y en Holanda. Tú y yo.

Chorradas varias que te inventas para hacerte más llevadera la ausencia. Porque incluso me hace falta la forma en que solías preguntarme si quería un "ipobrufeno" cuando me dolía el vientre. Hoy duele mucho. Todo.

¡Ay, cuánta falta me haces!

...y aunque quizás nunca lo leas, esto es para ti, mamá!