30 junio 2010

...este verano

En venezolano popular, "tener un verano" es estar en sequía anatómica, en estricta dieta sexual. Mientras que, en el resto del mundo, el verano es... verano.

Yo odio el verano. Sea cual sea. No me gusta. No lo tolero. Y punto. Odio el calor. Me pone de peor humor que de costumbre. Me aplatana. Me deja frita. En un estado de (in)sopor(tabilidad) elevado a la enésima potencia. Tanto así, que ni yo misma soy capaz de aguantarme. Me ven y ladro. Me hablan y muerdo. Y, particularmente, odio las dietas. Más aún las que implican el descubrimiento de la anatomía y el sexo. También las emocionales. Las afectivas. Yo necesito la brisa, los nuevos aires. Las manos, las caricias, los besos. En fin.

En ese sentido, Madrid me resulta un tanto agotadora. El calor es pesadísimo. No circula casi nada de aire. Las corrientes de brisa disminuyen al cero. Y los chicos, aunque pintan bien, no lo son. Llevo aquí dos años y medio (y sigo contando) y no ha habido ni uno sólo que haya acabado con el verano monumental que arrastro desde los días en que el idiota número 4 pintaba en el panorama. Y vale, yo no soy una barbie, pero tan horrenda tampoco soy.

Yo, sinceramente, prefiero los inviernos. Esos de enroscarse en las piernas del otro bajo la sábana. Aquellos de practicar ronroneos felinos mientras afuera cae nieve. Los de mullirse en el sofá con una buena manta y el cuello del otro. Yo necesito piel. Necesito manos. Aunque sea para llevarlas agarradas y de paseo tan sólo un rato. Necesito unos labios para rozar sutilmente. Necesito. Todo eso necesito.

Necesito prescindir de este verano. Este desgraciado calor que me come el cerebro y que me calienta la piel.

...pero, este verano (climatológicamente) no pinta nada bien. Y (anatómicamente) ya me trae por la calle de la amargura.

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