30 diciembre 2010

...porque desde ahora comienza la cuenta regresiva.

...y aquí estoy, un 30 de diciembre, 16.38h, pensando en las cosas que uno quiere y que , cuando llegan, te afectan más de lo que piensas.

Ella llevaba once años trabajando en la agencia. Puedo asegurar que en más de una ocasión quiso salir corriendo de aquí y mandar todo a la mierda. Más de una vez la oí gritando por los pasillos, presa de una indignación más fuerte que ella, de una rabieta que se la comía. Sin embargo hoy la veo llorando. No sé si por tristeza o por felicidad. O por ambas. No sé si por miedo o por expectativa. O ambos.

Sólo sé que me hace pensar en esas cosas que tanto queremos, en eso que tanto deseamos, en eso que cuando llega no sabemos asimilar. Pienso en todas las veces que he querido salir corriendo de aquí. Todas las palabrotas que he vociferado mañanas o tardes. Pienso en las lágrimas que han corrido por mis mejillas maldiciendo todo esto, todo lo que me ha pasado este año, el anterior a este también. Pienso en cuando he querido devolverme a mi país, por miedo, por impotencia, por resignación, por buscar un lugar que sé tampoco estará allí esperándome si decido volver.

Cuando voy a su despacho a despedirme, la veo con los ojos llenos de lágrimas atrapadas. Me regala unas buenas palabras. Me infunde ánimo para seguir aquí. Me dice que lo estoy haciendo bien. Me da dos besos. Me despido.

Cabizbaja vuelvo a mi despacho, a mi mesa. Y me prometo a mi misma no perder la calma, pensar en que más pronto de lo que pienso yo también estaré despidiéndome, porque será hora de volver a partir. De recoger mis cosas una vez más y salir con la cabeza en alto aún cuando sienta que la vida la llevo atada y arrastrando detrás de los pies. Me prometo pensar en este momento cada vez que quiera llorar, cada vez que quiera vociferar, cada vez que me pase por la cabeza el absurdo de volver a Caracas.

Aquí estoy, un 30 de diciembre, 16.54h, pensando en las cosas que uno quiere y que, cuando llegan, te afectan más de lo que piensas. En esta nota no habrá propósitos de año nuevo. Esos nunca los cumplo. Esto es sólo un post-it mental. Un recordatorio al cual volver en los malos momentos. Este será el espejo al cual mirar cuando pierda el rumbo, porque me hará pensar en lo que debo construir de ahora en adelante. Y porque, por muy mal que lo pase a ratos, sé que algo extrañaré de aquí cuando me vaya. Esto es sólo mi promesa. Una promesa para mi misma.

...porque desde ahora comienza la cuenta regresiva.

23 diciembre 2010

...hace un tiempo

...él dijo

German: creo que pasa que amanecí con la cabeza llena de pajaritos technicolor
Yo: y te los tumbé del árbol verdad?
German: y los derribaste a todos con escopeta para elefantes


...lo siento, a veces tengo ese efecto.


12 diciembre 2010

(...)

- I guess I'm just looking for a reason...
- Well, from my observations, sometimes is better of not knowing. And other times there's no reason to be found...

[My blueberry nights]


05 diciembre 2010

...temporal

...Started crying and I couldn't stop myself,
I started running but there's no where to run to...
[Matchbox 20 - How far we've come]

... y resulta que luego llega el momento en el que, haciendo examen de conciencia, te das cuenta de que te has convertido en un saco de huesos pegados con cemento barato a punto de deshacerse a causa de las lluvias torrenciales de la temporada.
...y te das cuenta de que solías saber lo que valías, pero ya no es así.
...y sabes que te han abandonado, por las razones equivocadas.
...y te da rabia porque no sabes qué hacer al respecto, porque no hay solución al alcance de la mano.
...y te vas rayando la mente con cosas que en el fondo sabes que no son, pero que en la superficie parecen muy reales.
...y al final esa termina siendo tu verdad.

...estás rota.
...y sólo te queda reconstruirte los trozos, día a día, y salir a la calle a recibir más lluvia.

...y qué mal sienta el temporal cuando empiezas a correr sin tener a dónde ir.

19 noviembre 2010

...l'utopie

"...a gentleman would lie
but never hurt..."




* mi variación del original:
"...a gentleman would walk but never run..."
(Englishman in New York - The Police)


10 noviembre 2010

...de extraños

"Tras otro momento de silencio murmuró que yo era extraño,
que sin duda me amaba por eso mismo,
pero que quizá un día le repugnaría por las mismas razones."

[Albert Camus - El extranjero]

31 octubre 2010

...

"...Uno se pregunta por qué permanecemos fieles a nuestras expectativas.
Porque lo que esperamos es lo que nos mantiene firmes.
De pie.
Inmóviles.
Lo esperado es sólo el comienzo.
Lo inesperado, es lo que nos cambia la vida."

[Grey's Anatomy]


28 octubre 2010

...so today!


"...De las cosas del querer solo sé que no sé nada.
De las cosas del querer solo sé que nada sé..."

[No sé estar enamorado - Jarabe de Palo]

20 octubre 2010

...debería estar mirando hacia otra parte.

Cómo se siente ya la llegada del otoño. La semana infernal del cambio estacional. Espero el autobús. Con el frío calado hasta los huesos. La nariz que parece un grifo abierto. Bufanda enrrollada a malas vueltas alrededor de eso que los demás pueden llamar garganta. Ahí viene. Al menos la espera ha sido corta. Está el mismo chico. El de los ojos bonitos. Me siento al frente. Como siempre, yo de espaldas, a contracorriente del resto del mundo. Lo veo. Lo examino. Piercing en el labio. Bosteza y deja al descubierto otro en la lengua. Es un crío. Todo un nene. ¡Por Dios! Debería estar mirando hacia otra parte. El señor de allí. Sus cabellos rizados. La señora de allá. Su expresión de enfado. La chica de allí. Con su música y sus cosas del colegio. O la de aquí. Que reparte codazos mientras intenta sacar su libro del bolso. Pero no lo puedo evitar. Me pregunto si tendrá las manos bonitas. Siempre que lo veo las tiene en los bolsillos de la chaqueta. Mira hacia adelante. Luego la parte de atrás de la chica que se baja en la próxima parada. Ahora a la ventana, hacia afuera. Bosteza de nuevo. El señor que está atrapado en el reloj del autobús nos informa que son las 8:15 horas del 20 de octubre de 2010. Yo sigo en mi estudio. Unos minutos más y será el fin. Chaqueta oscura, impermeable. Jeans con bolsillos laterales. Algo en el izquierdo. La mochila del colegio. Tan evidentemente vacía como suelen llevarla los chicos. Zapatos de colores. Gris. Negro. Blanco. Trenzas amarillo fluorescente. Cabello castaño. Liso. Cejas pobladas. La mirada al frente. Los ojos redondos como platos. De un marrón bastante peculiar. Ojeras. El colegio siempre las da. Labios carnosos, en la medida justa. Tengo que recordarme que es un crío. Le llevaré, sin dudarlo, unos diez años. Como mínimo. Sin embargo, él me lleva mucho más que diez centímetros. Saca una mano. ¡Ajá! Al fin. Dedos largos. Manos bonitas. Masculinas. Limpias. Coge su mochila. Se va. No sin antes dejar otro detalle a la vista. El pantalón va, como los tiempos, muy por debajo de donde debería estar realmente. Y revela más de lo que, a su edad, debería mostrar. Una señora se sienta en su puesto. No ha dejado ni que se enfríe. Cabello color chocolate. Cejas asombrosamente castaño oscuro, muy oscuro. Mal depiladas. Ojos enormes. Labios rojos. Abertura entre los dientes. Su expresión facial me hace reprenderme a mí misma. Me da un poco de miedo. Y es que me lo tengo merecido. Por fisgona. Por andar estudiando a los demás. De verdad, tengo mucho que aprender. Debería estar mirando hacia otra parte.


12 septiembre 2010

...25

Hubo un tiempo en el que quise conocerte. Hubo días en los que soñaba con encontrarte. Con verte. Con saber, al fin, cómo eras. Para reconocerme en tí. Para buscar esos rasgos que en mi no encuentro tan obvios.

Mis días tenían 25 horas. 24 normales y una más que llenaba con la esperanza de saber de tí. De que algún día aparecieras.

Hubo días en los que tu nombre se dejó ver por mi casa. Por las conversaciones del momento. Porque vendrías a mí. Porque querías conocerme. Se había abierto una ventana. Sin embargo, hoy, la puerta sigue cerrada.

Yo no sé cómo eres. Tampoco si me parezco a ti o no.
Sólo he aprendido a enorgullecerme por lo que soy. Y por lo que dejo de ser.
Por mi apellido. Que no es el tuyo.
Por mi familia. Que no eres tú..

Han pasado ya 25 años.
Agotaste tu tiempo.

Ya mis días no tienen 25 horas para esperarte. Tienen 24 en las que suelo preguntarme por qué no te dignaste a darme siquiera dos minutos para mirarme.

Ya me importa poco el conocerte. No es importante. Ni necesario. Ya no hay sueños para encontrarte. Y cierro los ojos para no verte. Ya sé cómo eres. Y no quiero reconocerme en tí. Porque nunca podría ser como tú. Mis rasgos son míos y por eso los hago obvios. Porque soy diferente a tí.

La esperanza salió por la puerta grande y se marchó con la cabeza erguida.
Hicimos lo que pudimos.
Pero supongo que simplemente perdimos la oportunidad de conocernos.
25 años son mucho y también muy poco.
Pero en lo que a tí y a mí respecta, hace rato que agotamos el tiempo.


\\


"...la luz que se enciende en sus ojos,
luego se apaga en un susurro..."


03 septiembre 2010

[ ]

"...y ponle a mis sonrisas tu nombre!"


30 agosto 2010

...otra piel



[Obvio: por German Herrera]



27 agosto 2010

...sigo adelante y cruzo la calle

lo veo allí. sentado justo enfrente de mí. el bus se mueve. el bus nos mueve por la ciudad. lo veo casi todos los días. bien de ida. bien de vuelta. en las mañanas. o en las tardes. siempre los mismos patrones. él: blue jean, camiseta negra, bandolera verde militar y flip flops de cuero. yo: enchufada en mi iPod, a mi bola, inmersa en el solitario. así vamos siempre. siempre, menos hoy. esta mañana levanté la mirada. y la crucé con la suya. no sé muy bien el por qué. sólo sé que lo descubrí, una vez más, allí al frente. recién duchado. en mi mente podía incluso oler el perfume de su jabón. adivinar el paso de agua por su cara. sentir la tersura de su piel. sé que es gay. para eso tengo un sexto sentido. pero casi puedo jurar que lo quisiera de amigo. y es que, lo veo tan frágil. tan humano. hoy lo descubrí en un mal día. cabizbajo. arremolinado en un entrecejo fruncido. en el medio de un tornado. en un duelo a muerte. pensaba y luego, muy sutilmente, sólo para él mismo, negaba con la cabeza. era definitivo. no era un buen día.

y yo allí. justo al frente. me dediqué al abandono de mi solitario juego de cartas. me aventuré al precipicio de imaginar qué le preocupaba. le conozco tanto. y a la vez tan poco. lo veo cruzado de brazos. y yo sólo espero cruzar alguna palabra. ser capaz de decirle hola. de presentarme. de conocerle. me apetece decirle que sonría. y que no importa si es un mal día. él todo lo puede con una sonrisa como la suya. pero, seamos honestos, ¿quién habla con un desconocido en el bus? yo no. y casi puedo asegurar que él tampoco. por muy mal rato que esté pasando. quisiera preguntarle si está bien. aunque es obvio que no es así. está cabreado. su frente y sus ojos lo delatan. pero tenemos público. y yo con el público no funciono. así que me las ingenio para regalarle una ininteligible sonrisa del tipo mona lisa. algún detalle que no sea tan evidente. algo que sólo él descifre. para que entienda que es con él. pero nada. nada funciona. él continúa batiéndose a duelo con su mente. y yo sólo estoy de testigo. y de manos atadas. por un momento soy muda. no sé pronunciar palabra. no me sale sonido alguno de la boca.

llegamos. el bus se detiene. parada final. nos cruzamos de nuevo. él baja. yo le sigo. sé que se queda una calle antes de la mía. así que todavía hay tiempo. no. no lo hay. saca el móvil y se enfrasca en alguna conversación temeraria. aunque yo sigo oyendo al iPod casi puedo adivinar su tono de voz. lo que me pregunto es con quién habla.

pero no hay nada más que hacerle. quizás más tarde tenga más suerte. así que sigo adelante y cruzo la calle.

26 agosto 2010

...nota mental

...¿y cómo esperas conseguir al príncipe azul
siendo tú quien viste la piel del sapo?
...


06 agosto 2010

...aviator

(Cindy Engberts / septiembre 2008 - German Herrera / octubre 2008)


[Finalment il a gagné ses ailes]

*eso fue lo que él escribió

No hay nada más bonito que ir atrás en el tiempo y ver, paso a paso, el desarrollo de una historia.
El comienzo de un camino. Y los pasos que has dejado sobre el.
Nada como que te regalen una sonrisa todos los días. Y un abrazo cada vez que te descuidas.

Un costume de lo más mono para volar si es necesario.
Y que, incluso a blanco y negro, te coloreen la vida.

03 agosto 2010

...random

Tengo seis años y me escondo en el armario. Vivo con mi abuela en una hacienda. Cuando no me subo a los árboles de pumarosa, suelo jugar en uno de los cuartos de huéspedes. Hoy soy doctora. En estos momentos estoy haciendo una operación muy importante. Le salvo la vida a una de mis muñecas. Estoy en el quirófano. Por eso me escondo en el armario. Salgo. Cierro la puerta circunspectamente. Me dejo el estetoscopio al cuello. Me quito los guantes. Mis manos se abren camino entre los bolsillos de la bata mientras le digo a los padres imaginarios que su hija estará bien porque la operación ha sido un éxito. Sonrío. Ellos también. Paso de nuevo al quirófano. Quedan muchas vidas por arreglar. Y no me queda mucho tiempo. Pronto será hora de que mi abuela me llame para almorzar.

Ya no tengo seis años. No puedo esconderme en un quirófano imaginario. Ni en un armario vacío. No puedo hablar con gente que no existe. Ni puedo enyesarle el brazo a una muñeca de trapo.

Qué irónico pasarte la niñez salvándole la vida a tus juguetes y llegar a los veinticinco teniendo una crisis existencial en la necesitas ser arreglada tú misma. Por un soldadito de plomo al que le pesan demasiado los pasos. O por un hombre de hojalata que, al igual que tú, busca un corazón.

...¡pero sigue haciendo frío!

...está haciendo frío. mucho frío. si. ¿pero es aquí solamente o afuera también? abro un ojo. no era solo en mi sueño. de verdad hace frío. ¿dónde está la manta? continúo. 6 am. despertador. luz. la comida del perro. la cama. cinco minutos más. 6.05 am. de nuevo, abrir un ojo, abrir el otro. un pie al piso y luego el otro. pantalón. chaqueta. hace frío. la correa del perro. girar la llave. abrir la puerta. el ascensor. descender. otra puerta. y otra. la subida. ¡qué frío hace! y pensar que horas más tarde habrá, al menos, veinte grados más. ésto es increíble. espero. samy termina. la bajada. una puerta y la otra. el ascensor. subir. abrir la puerta. quitarle la correa al perro. enciendo la luz del baño. fuera los zapatos. fuera los pantalones. la camisa. desodorante. ¡dios, qué cara llevo hoy! 6.20 am. a la cama. cinco minutos más por favor. ciclo infinito. abrir un ojo. y luego el otro. 6.40 am. ¡mierda! ¿qué me pongo? hace frío. cierro la ventana. mi mamá no deja de parlotear. de preguntar. de ir. de venir. no tengo hambre. no quiero desayunar. no me he levantado en mi mejor día. mi cabello va a su bola. como siempre. hoy no controlo nada. y mi cara y mi cuerpo cada vez están peor. sólo quiero dormir. no quiero vestirme. no quiero salir. todo me molesta. no me gusta esta ropa. afuera la camisa. afuera la falda. este pantalón. con esta camiseta. con esta chaqueta no. con esta si. las sandalias. cambio de cartera. adentro el ipod. la llave del despacho. la agenda. el móvil. 7.15 am. la espera. esta mujer que se atraviesa y no me deja ver. no sé si viene el bus. 7.25 am. me subo. el ticket. el ipod. la que se sienta a mi lado. abre una donut. me repugna. no es hora de comer. quiero vomitar. llego. 7.55 am. el de administración. odio que se parezca a gian. ¿por qué me acuerdo de él? ¿por qué me dejó así? ¿por qué si no hice más que portarme bien con él? hace frío. entro al edificio. saludo a marcelo. el ascensor. el corredor. la mujer que limpia. entro al despacho. reviso el correo. no hay nada. leo el periódico. la peli de bansky. el mono de germanh. sonrisa. va llegando la gente. y yo sigo queriendo irme. quiero que acabe el día. ¡pero sigue haciendo frío!

23 julio 2010

...devuélveme mi pelo!

Odio a los peluqueros. Los odio con todas las fuerzas que pueden proyectar, en conjunto, mi cabeza y mi alma y mi cuerpo. Los detesto. Y eso es decir poco.

Odio el gusto malsano que les provoca cortar el pelo de uno hasta dejarte casi calvo. Odio esa relación obsesivo compulsiva con las tijeras que se apoderan de sus manos cuando caes en su silla. Odio esa mirada que proyectan en el mismo espejo en el que ven a sus víctimas.

Los odio. Y a tí te odio más. ¡Maricón!

Por esa mirada de asco que me echaste nada más pisar la peluquería. Por ese desprecio que quisiste disimular cuando te pedí que me hicieras el corte que quería. Por ese "...yo te veo más informal" que me soltaste sin siquiera conocerme. Por ese para nada sutil: "...eso debes llevarlo de punta en blanco, súper arreglado, súper peinado". Por dejarme de nuevo sin pelo a pesar de que te dije mil veces que me cortaras sólo las puntas. Estoy otra vez como un niño. Peleada y sin hablarme con ese que ahora veo del otro lado del espejo. Con ese que me mira desafiante retándome a que me agrade.

¡Pues no! ¿Me has oído? Es la última vez que paso por tus manos. No tienes derecho a hacerme sentir así. A mirarme con esa cara de desprecio. A decirme que tengo que echarme el tinte. A insinuarme que no me arreglo. A verme como un pedazo de carne que trocearás con tus tijeras de matón.

No volveré a cortarme el pelo contigo en la vida. Si es por mí, te morirás de hambre hasta tener que desangrarte tú mismo la cabeza con tijeras punta Roma.

...¿y ahora qué?
¡Devuélveme mi pelo!

17 julio 2010

...quizás sea hora de volver a huir.

[You're half the world away
Half the world away
Half the world away
I've been lost I've been found but I don't feel down]
Oasis

Estoy acostada en el piso de mi cuarto. Mirando al techo blanco. Ha pasado ya más de una hora. Hago balance. Eso que tanto me gusta. Eso que, en los últimos días, tanto me cuesta.

Vine a España en diciembre de 2007 buscando parte de la vida que luego me tocaría vivir. Estaba clara de lo que quería. Estudiar en esa escuela. Vivir de la fotografía. Y sentirme segura en el trayecto.

A pocos días de comenzar el 2008, todo se trastocó drásticamente. Lo conocí a él. A este espécimen. Mi español. Muchas cosas pasaron a partir de ese viaje a Zaragoza. Y sin embargo, hoy me cuesta creer que ese día en que nos despedimos, ese en que lo besé con los ojos llenos de lágrimas, ese en el que lo vi partir mientras también partía yo, sería de hecho la última vez que lo vería.

Regresé a Venezuela. A medio mundo de distancia. A mi casa. A empacar lo que conocía de mi vida, para meterla en muchas cajas y traérmela de vuelta a España. A esa nueva vida que comenzó hace poco más de dos años.

Es difícil darse cuenta de lo mucho que ha cambiado todo.

Hoy extraño esas razones que me trajeron a España. Extraño los días de descubrirme en sus calles. De abrirme paso entre su gente. De sentirme lejos de su acento. Extraño buscarme en sus fotos. Extraño el recordar esas noches.

Ya no me queda nada de lo que me trajo aquí en un principio. A la escuela ya no quiero volver. De la fotografía sólo he logrado alejarme. Y él tampoco está.

A un rato de haber terminado de hacer mi balance, mi vida está tan en blanco como blanco es el techo que pasé observando los últimos minutos. Mi cuenta está en cero.

Sigo estando en España, pero me siento a medio mundo de distancia. Me he perdido y no he encontrado la manera de encontrarme. Y a estas alturas del cuento, si que me siento terriblemente confusa.

Quizás sea hora de volver a huir.

09 julio 2010

...y él dice

"...eres el carbón de mi caldera..."

:)

...el corazón de piedra

Tengo 7 años. Estoy en segundo grado de primaria. Visto chemise blanca y pantaloncito azul. Zapatitos negros. Cabello corto. Estamos todos en el parque. La profesora está sentada en un banquito mientras habla con otra mujer. Echa un ojo aquí y allí y luego sigue en la conversación. En este cuento somos dos. Fernando y yo. Estoy acostada boca arriba en el suelo. Fernando arrodillado a mi lado. En el bolsillito de mi chemise hay una piedra. Una piedrita del tamaño de un puño de un niño de siete años. Él la saca de allí. Y me dice que estoy lista. Que ya puedo levantarme. Lo hago. Y salgo corriendo. Él me sigue. ¡Me ha librado del corazón de piedra!

Me parece curioso cómo las personas variamos con el tiempo.

Un año después de la extracción de la piedrita, llegó Luismi a nuestro grupo. Quedé prendada de él, quizás desde el primer día del tercer grado. Y así fue hasta que terminamos el sexto. Fue mi primer noviecito y, también, mi primer beso. Me encantaba lo blanquito que era. Su cabello oscuro. La forma de sus ojos. Sus manos. Y ese olor característico del gel de cabello que le echaba su mamá.

Como estudiamos la secundaria en colegios distintos, no nos vimos por mucho tiempo. Cuando nos reencontramos ya estábamos en la universidad. Él en Ingeniería. Yo en Periodismo. Éramos los mismos y, sin embargo, ya no éramos los de siempre. Había algo que nos diferenciaba del cielo a la tierra. Y aún hoy no sé decir con exactitud qué era ese algo. Pero estaba allí. Me chocaba un tanto en lo que se había convertido. En el de las bromas sin sentido y algo insultantes. En el de los juegos de cartas y las tardes de futbolito. En el de los viernes de cerveza. En el de la chica bonita de la clase y el carro con tubo de escape estridente. Habíamos cambiado. Ya no se parecía a lo que yo había conocido de él. Mientras él se encerraba en clases de cálculo y lógicas cuadradas, yo divagaba por ensayos de literatura y libros de análisis del discurso.

Irónicamente Fernando y Luismi son primos. De pequeña, yo moría por Luismi. Ahora, cuando los años del colegio han acabado hace ya mucho tiempo, puedo asegurar que hoy en día moriría por el chico en que Fernando se ha convertido. Diseñador e ilustrador. El chico de los lentes de pasta. Del sombrero y ropa trendy. El de las conversaciones de arte. El de las historias de color. El de los viajes interesantes. En fin, alguien totalmente distinto a aquel niño de siete años con quien solía jugar.

Hoy el tiempo me golpeó con el recuerdo de esa mañana en el parque. Quizás porque debo darme cuenta de lo que era y de lo que soy. De cómo voy viajando en el tiempo. De cómo me ha cambiado lo que he estudiado y lo que me ha tocado vivir hasta ahora. De lo que me gustaba antes y lo que prefiero hoy. Porque debajo de la piel hay mucho más que huesos. Hay toda una maquinaria que, entrañablemente, te hace humano. Aunque reniegues de ella y de ello.

No sé a qué jugábamos esa mañana. Con el tiempo lo he olvidado.
...quizás es que, una vez más, necesitaría que me librasen del corazón de piedra.

06 julio 2010

... Hup Holland Hup!!!

"Nederland oh Nederland
Jij bent de kampioen
Wij houden van Oranje
Om zijn daden en zijn doen"
(por German Herrera)

...por todos los partidos que hemos perdido.
...por el 94, el 98.
...contra Italia, Argentina, Brasil.
...por hoy y por los que queden por venir.

...en mijn kadootje :)


...muy poco cerebro, ¡coño!

El Mundial es un caos que saca lo peor de cada uno.

En mi vida había conocido gente más tosca para decir las cosas que los españoles. Y es que no se las piensan ni un pelo. Sueltan lo primero que se les viene a la cabeza y ya está. Y cuando es el Mundial y su equipo está haciendo (por fin) algo, mucho más. Porque se creen que tienen derecho a todo.

Hoy juega Holanda contra Uruguay. Se juega su paso a finales. Por supuesto, tengo los nervios y las emociones a flor de piel. Voy al bar antes de subir a casa para cerciorarme de que, efectivamente, podré ver el partido allí. Hay, aparte de Antonio, el chico del bar, dos hombres. A uno, el mayor (y, por supuesto, el más pelotudo, porque la idiotez se agrava con la edad), no se le ocurre mejor sandez que decirme: "¿Pero mujer, de qué te vas a preocupar, si Holanda ya la tiene ganada? Preocúpate cuando le toque con España. Si hoy es contra los Panchitos." Cierre de oro. La guinda del helado. La nata de la torta. Aplausos por favor. Si no se veía tan idiota calladito. Pero claro la verborrea no se para. La lleva en los cojones. Y por allí mismo tiene que salir. Porque la boca la tiene de adorno. Y porque un imberbe así sólo puede expresarse de esa forma.

Mentalmente vengo toda la cuesta a casa repitiéndome: ¡Si si. Me preocuparé contra España. Eso si pasa contra Alemania, claro! [Inserte aquí Risa pérfida y morbosa] Y no precisamente porque tenga algo contra el equipo. Sino porque semejante comentario me parece totalmente absurdo, fuera de lugar y totalmente irrespetuoso. Digno de comentaristas de TV y de radio. Redactores de prensa e internet. Y un largo etc. que se extiende a todos los que puedan opinar ahora mismo sobre la selección española de fútbol.

Y es que, qué poco se piensan las cosas coño. ¿Qué demonios sabe él quién soy yo para soltar semejante barbaridad? Si, tendré pinta de holandesa, pero soy venezolana. Soy "panchita". La gente debería aprender a callarse cuando no sabe a lo que atenerse. Es más cauto. Y más educado. Pero de eso aquí, por lo visto, no hay mucho. Además, me digo yo misma, si los "panchitos" han llegado hasta allí, por jugar mal no será. Digo yo ¿no? Aunque bueno, como somos "panchitos", he de suponer que eso califica como discapacidad en enésimo grado y su conllevado retardo mental, sólo porque si. Porque somos del otro lado del charco.

Si. Definitivamente el mundial saca lo peor de todos y cada uno de nosotros.

Los "panchitos" que en Modo Lameculo sacan sus banderas españolas al balcón, porque por un mes se olvidan de que para los españoles somos eso, simples "panchitos" que venimos a hablar mezclando eses y ces a diestra y siniestra, a quitarles el trabajo, a faltarles el respeto (si, claro, nosotros), con un colorcito más oscuro del habitual y una cultura bestiaria que para nada cuadra con la de ellos (aún cuando se jactan de decir y recalcar que nos "descubrieron", osea que, por ende, nuestra cultura desciende de la de ellos, mucha vergüenza).

Los venezolanos que, a pesar de no verlos esta vez, siguen sacando sus banderitas de Brasil porque son tan descerebrados que le van a un país que no es el suyo, sólo porque: a.- por razones obvias, Venezuela no va al Mundial y b.- porque a modo de loritos solo saben decir "Brasil juega súper bien, osea son el mejor equipo del mundo y hello ganan siempre...", como si eso ya los convirtiera a ellos en ganadores también. Lo dicho: descerebrados.

Los españoles que tras haber llegado a donde lo han hecho, piensan que son los dueños y señores del mundo. Vale. A cualquiera le emociona que el equipo al que apoya llegue lejos. Eso lo entiendo. Pero de allí a ser animal, racista e imbécil, no hay perdón. Este señor, me refiero al del bar claro, y muchos otros que andan por allí alebrestados, deberían tomarse un ibuprofeno y calmarse un poquito. España tiene un buen equipo. Ciertamente. Indiscutible. Pero ahora mismo, creo que no me engaño cuando digo que este ha sido el mundial con más sorpresas de los últimos años. Todas las quinielas, las porras, o como demonios quieran llamarles, se han venido descalabrando escandalosamente porque todos los grandes se han caído de la misma forma. Así que, no me extrañaría para nada que los "panchitos" ganaran a Holanda, y de paso a Alemania, y se alzaran con el trofeo a pesar de la vergüenza que eso le causaría a los de este lado del charco.

Si si. El nacionalismo exacerbado. Mucho equipo de ensueño. Mucha roja. Mucho fútbol. Mucha pasión. Mucho juego. Mucho todo.

¡Pero muy poco cerebro, coño!

02 julio 2010

...

"...why did you live? because I had something worth living for!..."

[Harry Potter]

...geluk hebben

(obviamente: por German Herrera)


...el tenerte a tí por aquí!

30 junio 2010

...este verano

En venezolano popular, "tener un verano" es estar en sequía anatómica, en estricta dieta sexual. Mientras que, en el resto del mundo, el verano es... verano.

Yo odio el verano. Sea cual sea. No me gusta. No lo tolero. Y punto. Odio el calor. Me pone de peor humor que de costumbre. Me aplatana. Me deja frita. En un estado de (in)sopor(tabilidad) elevado a la enésima potencia. Tanto así, que ni yo misma soy capaz de aguantarme. Me ven y ladro. Me hablan y muerdo. Y, particularmente, odio las dietas. Más aún las que implican el descubrimiento de la anatomía y el sexo. También las emocionales. Las afectivas. Yo necesito la brisa, los nuevos aires. Las manos, las caricias, los besos. En fin.

En ese sentido, Madrid me resulta un tanto agotadora. El calor es pesadísimo. No circula casi nada de aire. Las corrientes de brisa disminuyen al cero. Y los chicos, aunque pintan bien, no lo son. Llevo aquí dos años y medio (y sigo contando) y no ha habido ni uno sólo que haya acabado con el verano monumental que arrastro desde los días en que el idiota número 4 pintaba en el panorama. Y vale, yo no soy una barbie, pero tan horrenda tampoco soy.

Yo, sinceramente, prefiero los inviernos. Esos de enroscarse en las piernas del otro bajo la sábana. Aquellos de practicar ronroneos felinos mientras afuera cae nieve. Los de mullirse en el sofá con una buena manta y el cuello del otro. Yo necesito piel. Necesito manos. Aunque sea para llevarlas agarradas y de paseo tan sólo un rato. Necesito unos labios para rozar sutilmente. Necesito. Todo eso necesito.

Necesito prescindir de este verano. Este desgraciado calor que me come el cerebro y que me calienta la piel.

...pero, este verano (climatológicamente) no pinta nada bien. Y (anatómicamente) ya me trae por la calle de la amargura.

27 junio 2010

...

"...el periodismo es literatura hecha con prisas"

[Richard Gere - Runaway Bride]

24 junio 2010

...especímen #8


Nueva vida.
Hoy deja que llueva.

Nunca me han gustado los obituarios. Ni los textos de despedida. Me parecen hipócritas. Vacíos. Llenos de mentiras. Insensatos. Por lo general están plagados de "Fue un buen hombre, un buen amigo, se le recordará y extrañará desde los mejores recuerdos...y blá, blá, blá. Lo que digo: se me antojan insensatos. No creo en eso de las buenas palabras luego de que ya tienes metros y kilos de tierra por encima. Porque no. Porque me parece mejor idea decir las cosas cuando los oídos aún funcionan y cuando vale de algo.

He tenido que dejar todo de lado para venir a escribir esto. No vengo a dejar un obituario común. Tampoco a dejar un espécimen más. Aunque lo fuere. Y aunque lo seguirá siendo.

A Al lo conocí por la escuela de fotografía. Buscaba gente tatuada para hacerle fotos para su proyecto del máster. Así que yo me ofrecí, dejándole muy claro que los míos eran muy pequeños, pero que si le valían, podía hacerme fotos. Un domingo en la tarde quedamos para comer y de allí a las fotos. Aunque sabía que iba con muletas, debo decir que me impactó mucho el verlo así. Porque días antes me había dicho que le dolía mucho el tratamiento. Hablando con él me di cuenta de que, además, también tenía algún problema de concentración pues aunque escuchaba, parecía pasar olímpicamente de lo que habías dicho y volvía a preguntar lo mismo de forma diferente.

Ese día me hizo las fotos. Y al despedirnos, me besó. Lo recuerdo bien porque fue como si me hubiesen sacudido en medio de la noche. No tenía la impresión de que los españoles fuesen así. Él -me dijo- era de Bilbao y poco le importaba lo que pensasen. Comenzamos a "salir". ¡Qué eufemismo! (sabiendo que se le hacía muy difícil por cómo estaba y por cómo se sentía). El caso realmente es que yo iba a su casa, veíamos pelis, ordenábamos comida (chinos o pizzas), dormíamos juntos... En fin, la vida de una pareja cualquiera, sólo que con alguna que otra limitación de más. Eso si, cuando nos veíamos en la escuela, nos hacíamos un poco los locos.

Salimos por un mes. Hasta que lo dejé por el espécimen #4. Recuerdo que me dijo que tenía suerte de que lo estuviese tomando tan calmado. A mí me sonó a amenaza y de verdad que me sentó muy mal. De más está decir que, luego de eso, dejó de hablarme. Yo lo atribuí a que le había hecho mucho daño (por lo que sentí bastante remordimiento), pero también a sus dos años menos que los míos.

El año pasado comenzó a hablarme de nuevo. Pero muchas cosas habían cambiado. Él ya no caminaba, estaba en silla de ruedas y yo estaba moralmente destrozada porque el idiota #4 me había dejado. Y, ¿cómo se juntan dos mochos para rascarse la espalda?

Hace tres semanas vi unos cuadros y unas fotos de él en la escuela. Estaban montando su exposición. Vi uno a uno cada dibujo. Leí las dos reseñas que le hicieron para el boletín de la escuela.

Todo se me vino abajo hoy cuando me llegó un mail diciendo que había fallecido ayer en la mañana. No voy a decir que fue buena persona, aunque lo fuera en verdad. Ni voy a decir que se le va a extrañar porque era un buen amigo, aunque también sea verdad. Mi verdad es que compartí mucho con él. Pero por poco tiempo. Y por mucho tiempo no nos hablamos. Muchas veces me pregunté qué era lo que hacía su trabajo tan especial. Y nunca encontré respuestas. Aún me lo sigo preguntando. Aún sigo con la incógnita. Porque yo sé que si yo cogiera una cámara e hiciera lo que él hacía, dirían que mi trabajo es una mierda, que es de amateur, y muchas cosas más. De todo menos bueno. Muchas veces he sentido envidia por ese preciso motivo. Y cuando vi su exposición sentí mucha más envidia. De esa que atenta contra ti y todo lo que te rodea. De esa que es una nube difusa que te bloquea el cerebro y no te deja pensar con claridad.

Yo odio los obituarios. Con todas mis fuerzas. Así que, no pienso decir que fue una buena persona. Hoy vengo a evidenciar que yo no lo soy. Que muchas veces soy incluso peor que los espécimenes que engrosan mi catálogo y que tanto mal me han hecho. A Al no debí hacerle daño. Pero lo hice. Al final igual tuve mi merecido. Un amigo en común dejó de hablarme por todo esto. El espécimen #4 me dejó. Y siempre seré la inepta que no encuentra lo que hace su trabajo fotográfico tan excepcional.

Me dejó en shock el que haya muerto. Se me atraviesa en la garganta. Pienso en su madre y no logro dejar de repetirme que los padres no están para enterrar a sus hijos. Y además, se me hace indescifrable su último acertijo:

"El mundo nunca antes fue tan fascinante. Nunca quise amar tanto. Nunca quise vengar tanto. Nueva vida. Una mañana de invierno. Desperté de un verano muerto."

Y en efecto, nueva vida.
Hoy dejas que llueva.

16 junio 2010

...especímen #7

El instante decisivo.
Dos que se encuentran para volverse a perder.

Un concierto. Tres amigos. Angelines, Marcos y Gabo.
Marcos quería ir al frente. Pero la voz de ella sonó más fuerte. Y se quedaron atrás. Ella odia el caos. Que la pisen. Que la empujen.
Gaby y yo (groupies empedernidas), al contrario de aquellos, amamos la adrenalina. La primera fila. El vaivén incontrolable de cuerpos. Gritos. Empujones. Y ese día íbamos, de todas todas, a pelearnos por estar allí. Coreando a pocos metros de Cerati. Oh Cerati. Él valía eso y más.

Nos fuimos colando. Ella y yo. Tomadas del brazo para no perdernos entre la gente. Para llegar juntas hasta el final, como tantas otras veces en tantos otros conciertos. El camino se estanca. Nos topamos con dos chicos que nos impiden avanzar. Son altos. La pregunta de rigor sale a flote. "Hola, ¿nos pueden dejar pasar? Sólo somos dos, pero somos bajitas y detrás de ustedes no vemos nada". Se ríen. Nos dejan pasar. Seguimos nuestro camino. Vamos avanzando. La meta, aunque opacada por miles de cabezas, se ve más cerca. Tierra a la vista. Estamos llegando.

Tercera fila. Nos estancamos de nuevo. Sabemos que será imposible avanzar más. Paramos. Y hacemos del lugar nuestro punto.

Volteo y lo veo allí. Nos siguieron. Se colaron entre la gente. Igual que nosotros. De hecho, detrás de nosotros. Si, nos siguieron. Paran ellos también.

Empieza el concierto. La gente se vuelve loca. Agarro a Gabo. Ella me agarra a mí. Saltamos. Gritamos. Silbamos. Aplaudimos. Bailamos. Volvemos a saltar. Pero ahora hay alguien más que me agarra. Nos empujan. Él me sostiene. Pone sus brazos alrededor de mí. Me sujeta para que no caiga. Y seguimos. El concierto no para. Me pregunta si quiero agua. "No, gracias. Estoy bien". El agua sería una bomba de tiempo. Un impedimento que me haría ir al baño. Y no se puede.

Siento su mano en mi hombro. Empiezan de nuevo los empujones. Me protege otra vez. Y ahora va más allá. Sujeta mi mano. Se acerca a mi espalda. Junta su cabeza a la mía. Cantamos juntos. De vez en cuando nuestras miradas se cruzan. Nos reconocemos en el desconocimiento mutuo. Gabo se da cuenta. Se ríe. Y su carcajada pícara nos delata. Él y yo seguimos allí. Perdidos el uno en el otro. Con nuestras manos y cuerpos juntos. Como si hubiésemos llegado hasta allí así. Como si siempre hubiese sido así.

Termina el concierto. Nuestras manos se separan. Él va con su amigo. Yo con mi amiga. La gente nos aleja. Nos buscamos. Nos despedimos con las miradas. Esas mismas que en un instante decisivo nos unieron en una letra.

Se que no lo veré nunca más. Existió. Estuvimos los dos allí. Y así. La continua risa de Gabo me lo afirma. No estoy loca. No aluciné. Fue la historia de un concierto.

Mi mente recrea historias de amor. Un príncipe que busca a su Cenicienta. La zapatilla sería la entrada de un concierto. O carteles en el metro que, copiando a Nino Quincampoix, preguntan por el paradero de la chica del concierto.

Obviamente nada de eso pasa. Allí muere la historia.
Sin embargo, de vez en cuando escucho SodaStereo y me acuerdo de él. De esa historia. O de las muchas que me inventé.
De ese instante decisivo de dos que se encontraron para volverse a perder.
"No I can't help myself
I can't help myself
I still love to wash in your old bathwater"
[No Doubt - Old bathwater]


Cosas del pasado. Gente con la que solía salir. Cosas que usualmente hacía. Momentos extraños. Lo que haces aquí. Lo que dejas pasar. Eso que quieres y eso que no.

Sumergirse en recuerdos. No llegar a ninguna parte. Nada bueno. Nada malo. No devuelven el tiempo. Ni el de antes. Ni el que pierdes ahora. Meterse en una bañera llena de aguas turbias donde el todo se mezcla con la nada.

El tiempo te azota la mente. Te da una bofetada. Te despierta. Tienes al frente eso que no tuviste. Lo que echaste en falta. Aquello que dejaste. El daño que hiciste. Lo que pudiste haber tenido. Lo que eres ahora.

Un viaje al centro del vacío. Souvenirs que se esfuman con la brisa.
Una vieja bañera impregnada de recuerdos turbios.
Te ahogas tú mismo.

Y en un intento desesperado por despertar, sólo queda halar el tapón y esperar a que, por fin, el resto se vaya por la cañería.

13 junio 2010

..."Oh Johnny, mi Johnny"

Después de una semana de ataques cardíacos, subidones de energías, estrés, hormonas y emociones, al fin tengo un domingo frente a la tv. Con mi mamá a mi lado. En mi sofá favorito. Descalza. Hecha un desastre. Con un orzuelo. El pelo sucio. Yo, la personificación de la mamarrachez total y absoluta.

Pero por enésima vez en la vida, sentada al lado de mi mamá, me pierdo en una peli que huele a años sesenta. A pantalones hasta la cintura. A mocasines negros de tacón. A sandalias plateadas. A vestidos de capa que vuelan con el paso de la brisa. A pintalabios y mejillas rosa pastel. A "Dirty Dancing". A Patrick Swayze. Oh por Dios. A Johnny. ¡Oh Johnny!

Y cuando lo veo, allí, tan cerquita, a una pantalla de distancia, casi siento que le puedo oler hasta la piel. Que puedo sentir su sudor. El ir y venir de su cabello. Sus brazos. Sus músculos. Sus besos. Se calienta el sofá. Comienza la música. No puedo evitar mover los pies. La espalda. En mi nariz huele a lluvia. A cabaña. A tierra húmeda. A días de vacaciones. A Cadillacs y amor de verano. A inocencia. A una sociedad y una cultura que poco tienen que ver con las de ahora.

Cada vez que veo al Swayze moverse como lo hace. Tocar a la Baby como lo hace. A ver esas miradas. Esas miradas que se pierden entre sábanas blancas y almohadas mullidas. ¡Oh Johnny! Qué no daría yo por ser la Baby que se mueve entre sus brazos. Meterme en su espacio. Y un, dos tres, cuatro. A cualquier ritmo. A cualquier precio. En una clase de baile con él.

Si yo tuviera un hombre así, un profesor de baile así, un amor de verano así, de seguro le diría: "Oh Johnny, mi Johnny".

08 junio 2010

...hormonal

Salgo de la oficina y ya me voy calentando. Siento una punzada en la cabeza. Y a medida que sigo pensando, la presión es mayor. Se me hace un pliegue entre las cejas. Los ojos se me ponen pequeños. Como una línea. Estoy iracunda.

Quiero mandar todo y a todos al grandísimo país de los plátanos.

A la desconsiderada que apaga el aire acondicionado de toda la planta sólo porque a ELLA le dio frío. Carajo, apaga el aire de tu oficina y déjanos al resto congelándonos si nos da la gana.

Al viejito gruñón de administración. ¿Es que apenas me ves entrar no puedes reprimir los deseos de decir "NO"? ¿Sabes, al menos, algún otro monosílabo? Para la próxima, déjame aunque sea decirte lo que necesito. Ya luego, si quieres, si te hace tan feliz, atragántate con todos los NO que me vas a responder. Pero CO ÑO, déjame preguntar. ¡Amargado!

Al idiota de la clase que lo único que sabe repetir desde que comenzamos el máster es: "son unos hijos de puta". Vale, si. Tienes razón. Ya nos hemos dado cuenta. Pero ya a estas alturas es como que tarde para hacer algo. Si lo sabías desde el principio, ¿por qué no te saliste del curso antes.? Qué ganas de incordiar al resto. Por Dios. Yo también ando harta de la escuela, del máster, de los profesores, de las fotos del "creativo", de la inepta que pregunta y pregunta y sigue preguntando sin importarle cansar a los demás tratando de ser inteligente mientras descubre ante todos su descerebrado ser. Y a pesar de sentirme así, no parezco una repetidora agonizante.

A las madres que ponen a sus hijos a orinar en plena calle, mientras les sostienen el pito, sin respetar al resto de mortales que transitamos a su lado y que tenemos que ver el espectáculo. Una de dos. O les ponen pañales hasta que aprendan a controlar sus ganas. O entran a cualquier bar para que sus niños hagan lo que tienen que hacer. Que para eso bastantes bares hay en Madrid. No voy yo por la calle bajándome los pantalones y agachándome en cualquier rincón que veo cuando me dan ganas de ir al baño. ¿Es que no tienen sentido común y respeto por el otro?

Incluso al innombrable. Por ser italiano. Por ser venezolano. Por ser y existir. Por haberme dejado como un trapo. ¡Pues más trapo serás tú! Y, en fin, a todos los hombres en general que prometen y prometen cual político y al final nunca cumplen. Porque si. Porque me da la gana de que les salpique a ustedes también hoy.

A la menstruación que me tiene hinchada, con vaporones, de mal humor, sensible y atrofiada. Termina de venir de una vez o no me jodas más la paciencia. Porque así no soy gente. Estoy hormonal. Y ya se vale.

06 junio 2010

...yo sólo era testigo


Es jueves. Espero el bus para ir a casa. Veo a una niña con su madre. La niña me recuerda a alguien. Sin embargo, no puedo descifrar a quién. La sigo mirando. Por un buen rato. Trato de explicarme a mí misma que se parece a mí cuando yo era pequeña. Pero me cuesta. Sé que, por como se ve, si que es parecida a mí. Tanto que se podría decir que es mi hermana.

Ropa y zapatos de colores. Ya es verano. Cabello castaño oscuro. Liso. Ojos azules. Delgada. [Si, yo también lo fui algún día]. Y está mudando los dientes. Debe tener entre 8 y 9 años. No más. No se está quieta ni un instante. Ve a un señor que coloca papelitos de clases a domicilio. English y français. Ella lo mira desde abajo. Regresa donde su madre. Con el índice apunta el papel. Y vuelve hacia arriba y hacia abajo. Su deporte favorito: preguntar.

Se parece a mí. O a como debía lucir yo cuando tenía su edad. De esa etapa no recuerdo mucho. Creo que cuando somos niños no buscamos tanto nuestro reflejo desde otro lado. Simplemente somos. Nos dejamos peinar y vestir por nuestros padres. Y, alguno que otro día, cuando nos gana la vanidad, pedimos a mamá que nos coloree un poco con el labial. Que pinte nuestras uñas con el color que ella usa. Con eso es suficiente.

No nos vemos al espejo cuando nos cepillamos los dientes. O cuando nos lavamos las manos. No nos asustamos con nuestra cara de la mañana. No nos buscamos granos. Ni arrugas. No nos perfilamos la forma de las cejas. No nos acomplejamos por el culo gordo. No hacemos dietas ni creemos en la "operación bikini". No visitamos el espejo mil veces antes de salir de casa por miedo a estar mal vestidos. Nos da igual. No nos importa el qué dirá éste o aquel. Esas cosas poco peso tienen. Porque a esa edad somos todos iguales. Y nuestras prioridades son otras.

Es extraño cómo van cambiando las cosas y las perspectivas a medida que vamos creciendo. Vemos todo desde reflejos. Lo que mostramos a los demás. Lo que ellos nos muestran a nosotros. Lo que deciden ocultar. Es increíble cómo el espejo llegar a cobrar tanta importancia. Sobretodo ese que se forma cuando nos vemos a nosotros mismos reflejados en el ojo del otro.

Recuerdo a la niña y sigo preguntándome si yo sería así. Porque no logro acordarme de cómo era antes de los doce años. Para saberlo tengo que recurrir a fotos. No me recuerdo frente al espejo. No sé qué aspecto tenía. De mi infancia, sólo me quedan memorias subjetivas. Pequeños videos mentales. La vida desde dentro. Los protagonistas eran otros. Y yo, yo sólo era testigo.

28 mayo 2010

...la mala educación

El martes quise que me tragara la tierra. Quise morirme. A ver, que casi nunca meto la mata, pero cuando lo hago, lo hago en grande. Y lo peor: la restriego en el fango. Vamos, que se abre el cielo, suenan bombos, platillos, caen serpentinas y saltan luces de bengala.

Concretamente, lo que paso fue lo siguiente.

Iba yo muy campante a recoger la correspondencia de la tarde en la recepción. En la entrada veo un todo terreno (si, si, una camioneta), la rodeo y me dispongo a subir las escaleras. Allí está parado el conductor. Acto seguido, en cámara lenta, a suerte de slow motion, miro a los ojos al hombre. No sé qué va a hacer. Si va a seguir allí de pie. Si va a entrar. Si espera a alguien. Si se va. Así que, también, lo rodeo y sigo subiendo. De repente, oigo detrás de mí una voz. "Hola ¿eh?". Yo, sin caer en cuenta de mi error, volteo y tan contenta respondo: "Hola, buenas tardes", sonrío y sigo.

Nada más y nada menos se trataba del presidente de la empresa.

Qué horror. Luego no podía ni moverme. Me temblaban las piernas. Me sudaban las manos. Sentía mi cara caliente como un horno, roja como un tomate. A punto de explotar.

Tanto que me molesta, tanto que me quejo de la gente maleducada. Y por un día, un fatal día, he caído en su juego. En su trampa caza ratones. No hay justificación que valga. Tengo claro que no lo hice con la intención. Pero no me vale. Sé que la mayoría de los grandes empresarios viven en una nube de ego tan alta que les es imposible mirar a los demás mortales. Aunque día tras día subimos con él en el ascensor o cruzamos la misma puerta o caminamos el mismo pasillo. Ellos son maleducados, si. Pero eso no es excusa para que uno lo sea. Porque "lo cortés no quita lo valiente".

Lo hice sin querer. Pero, aún así, no tengo excusa. Me merezco todas las reprimendas mentales que he sido capaz de darme todos éstos días. Ví al señor, ojo a ojo, y no lo saludé. Pasé olímpicamente y seguí de largo en mi despiste.

Y tanto que me gusta a mí eso de decir hola, por favor y gracias.

Si me quedo sin trabajo de nuevo ya sé a qué debo agradecerle.
A la mala educación.

26 mayo 2010

o.O

...tú solito te comes el mundo.

...pero contigo me da más hambre.

23 mayo 2010

...cosas imposibles

Es curioso el modo en que suceden ciertas cosas.

El finde pasado, mi cantante favorito se presentaba en Caracas, mientras yo en Madrid me lamentaba por no poder estar allí.

A Cerati lo vi por última vez en la gira de reencuentro de Soda Stereo. Un día que esperé y preparé por algo más de un año. Porque Soda Stereo no era un grupo de mi época. Las canciones no me las sabia. Y muchísimas de ellas jamás las había escuchado. Sin embargo, aprobé con un sobresaliente. Porque llegado el día, me dejé la garganta y la memoria. Hoy hago recuento del concierto y lo único que logro recordar con claridad es el mal rato que pasé al final. Cuando nos atracaron a Gaby, a Migue y a mi. No obstante, a Cerati no he dejado de escucharlo desde que lo oí por vez primera. Me perdí en sus rulos y en su acento argentino. En su manera de bailar. En sus letras. Y, también, en su maestría con los acordes.

El sábado, al salir del holandés, vi la luz. Un poster anunciando su concierto en Madrid. 22 de octubre. El día. Lo vería de nuevo. Una sonrisa. Caminé de prisa hacia El Corte Inglés. Y compré mi entrada. La ilusión no me la quitaba nadie. O, al menos, eso creía.

El domingo pasado, luego del concierto, le dio un ACV. Ha estado internado en una clínica de Caracas. Miles de rumores pululando alrededor de todo el asunto. Que si estrés. Que si drogas. Que si alcohol. Incluso la viagra se ha mencionado. Sinceramente, a mí nada de eso me importa. Porque, al igual que muchos de los que me han escrito comentándome el asunto, sólo quiero que mejore y que vuelva a estar bien. Me da miedo pensar que no pueda tocar más nunca como lo hacía. Me aterra que pueda quedar dañado después de todo lo que han tenido que hacer para mantenerlo con vida y estable. No quiero creer que luego de tanta emoción y de tener mi entrada en la mano, la historia me vaya a jugar esa mala pasada.

Ayer, escuchando sus canciones, no pude evitar trasladar sus propias letras a este caso. Nadie podía haber previsto que algo así sucedería. Pero ese "...sé que me esperas/será la cura para todo/la cura para todo mal/que no merezcas...", se me hace fatídico. Y espero que otras letras sean su respuesta a todo esto: "...terco como soy/no me voy/me quedo aquí..."

Yo quiero aferrarme a esa idea.
Porque, después de todo, sólo él puede hacer "Cosas imposibles".

20 mayo 2010

...orgullo "made in Venezuela"

Y esto es a manera de descarga personal.

Me molesta tremendamente el venezolano que vive en un loop que se repite sin cesar. Y sin dar descanso a los demás mortales que tenemos que escucharlo. Y es que vivo en contra del discurso pregrabado. Ese que aprenden en manada y que repiten como loros. Día tras día, sea quien sea y allí a donde vaya. Siempre hay un venezolano inepto repitiendo la misma cantaleta: "Venezuela es un país que tiene de todo". Eso a las mínimas. Si te salvas del más osado que, sin haber salido nunca del país, afirma vigorosa y absurdamente que "...por su clima, Venezuela es el mejor país del mundo".

Un cerebro puede ser muy prodigioso pero si no se explota su talento, sólo queda allí. En un adjetivo calificativo más. La verdadera cuestión está en sacar provecho de lo que se tiene y no sólo llenarse la boca diciéndolo mientras se está de brazos cruzados y sin hacer nada.

Venezuela tiene de todo. Si, es cierto. Nadie puede negarlo y yo no pretendo ser la primera. El problema del país y de su gente es que no aprovecha eso que tiene. Porque no sabe cómo hacerlo. Y porque es más fácil y cómodo aplicar la viveza común y aprovecharse de eso cuando ya el trabajo está hecho. Hecho por otro. Y todo lo que queda es de la boca para afuera.

Así como enchufan el repetidor automático de "Venezuela es lo mejor", también hay la creencia de que los que vienen de afuera son seres divinos y extraplanetarios que todo lo saben y todo lo pueden. Bien porque tengan estudios en el exterior o por lo que sea. Lo de afuera siempre vale más que lo nuestro. A MENOS QUE SE TRATE DE UN VENEZOLANO QUE SE HA IDO DEL PAIS Y HA TRIUNFADO. Allí si vale la persona. Allí si la quieren rescatar. Allí si la desean con fervor para tenerla de vuelta en el país y rendirle pleitesía. Es la única forma. ¿Por qué? Porque somos tan idiotas que sólo nos gusta lo nuestro cuando lo reconoce otro.

Para muestra un botón. Boris Izaguirre. Carlos Baute. Carolina Herrera. Patricia Velázquez. Son todos nombres que suenan, que hacen tilín. Porque están afuera. Porque, a pesar de la reticencia de la Venezuela que muchos adoran pero que nada apoya, alguien de afuera apreció su trabajo y su esfuerzo y les dio un lugar que su patria no les daría en mil años.

Me revienta leer críticas al futbolista Jeffren Suárez, jugador del Barcelona, por su negativa a integrar el equipo nacional de fútbol. ¿Por qué ahora si lo quieren? ¿Por qué se les hicha tanto el pecho diciendo que es venezolano? Ah claro, porque ya triunfó y porque todo el trabajo ya lo hizo otro. Siempre quieren la papa pelada. Pues no. No y no. Se aguantan. El crío no se siente venezolano. Y razón tiene. Al fin y al cabo, ha pasado más tiempo afuera que allí. Y, en el caso del decorador caraqueño Isaac Vegas. De haberse quedado en Venezuela, muy probablemente sería tratado como un maricón más, otro decorador cutre de la ciudad, vanguardista de cartón, diseñador de mercadillo. Pero claro, como emigró y se ha labrado un camino reconocido, es hora de que le den una portada dominical y todo el mundo lo conozca por su fama en el extranjero.

¿Qué clima ni que ocho cuartos? ¿Qué demonios tiene el clima de Venezuela? Ya supérenlo y dejen de utilizarlo como muletilla. Si Venezuela fuera tan especial y tan fabulosa, no habría tanta gente removiendo árboles genealógicos de seis generaciones hacia atrás para conseguir una nacionalidad europea y largarse con una mano adelante y otra detrás.

Aborrezco esa cinta pregrabada del orgullo "made in Venezuela".
Porque sólo es una falsa cubierta. Una tapadera del no saber hacer. Una mentira insensata.
Y realmente lo que me da es mucho asco.

18 mayo 2010

...apuntes imaginarios del disparate masculino

Caso V. El músico.

Sería guitarrista. Y sólo viviría por la música.

Me conquistaría tratando de pasar desapercibido. Intentando parecer menos importante que el cantante. Pero a mí eso no me alejaría. Muy al contrario, me haría ir tras él. Por sus rulos y su guitarra. Por la sonrisa encantandora. Pícara. Por la mirada. Por el comportamiento de niño malo que se viste de bueno.

Empezaríamos a salir un día cualquiera. Con citas más que casuales. Y, sobretodo, informales. Allí no habría cortejo romántico. La carroza sería calabaza desde el principio del cuento. No habría tampoco ni vestido ni hada madrina. Todo iría directo al grano. Por eso, los primeros meses serían difíciles. De adaptación. De estudiarnos el uno al otro. Y, luego de un tiempo, compaginarnos.

Yo iría a todos y cada uno de sus ensayos. Conocería a la banda. Saldría con todos., aunque desaprobaría sus influencias sobre mi chico. Mi buen chico. Iría a cualquier concierto. Por grande o pequeño que fuese. Escucharía con los ojos aguados esa canción que compondría para mí. Estaría más que orgullosa. Porque, para mí, sería el mejor del grupo. Y por mucho.

Poco a poco su carrera invadiría el terreno de la mía. Tendría que escoger. Yo, claro. Nunca él. Quizás tendría que dejar mi trabajo y mi vida para poder vivir a su lado. Trabajar por la carretera. Luego, las giras. Los conciertos. Los niños que nacen en temporadas libres o de grabación de discos. Él que llegaría tarde al hospital porque tendría una entrevista o un compromiso ineludible. Y así. Me plagaría la vida con excusas. El orgullo se convertiría, más temprano que tarde, en decepción.

Yo no aguantaría mucho. Abriría los ojos. Él, sin embargo, comenzaría a tontear con otras. E incluso podría llegar a engañarme con alguna de mis "amigas". Terminaríamos separados y sin hablarnos. Él con su fama. Y yo con mis niños.

Así que es en esta parte del sueño donde se rompe la burbuja. Antes, solía morir por los músicos. Ahora considero más prudente verlos sólo desde el público. Porque, al fin y al cabo, son lo que son. Y un guitarrista es siempre un guitarrista. Y sólo viviría por la música.

17 mayo 2010

...apuntes imaginarios del disparate masculino

Caso IV. El Fotógrafo.

Viviríamos en un ático antiguo. Con vistas panorámicas de la ciudad. Decorado con miles y miles de fotos tomadas por nosotros mismos. Llenarían cada lugar de la casa. No habría ni una pared blanca. Ni un espacio desnudo.

Retratos. Paisajes. Bodegones. E incluso alguna que otra cosa con un tinte más artístico, o creativo. Nos tapizaríamos la vida con imágenes. Con recuerdos enmarcados. Arte pura y dura. Viajes. Momentos especiales. Risas. Llantos. Cada instante revelaría su propia magia. Su poder sobre el objetivo.

Nuestras bibliotecas estarían repletas de libros. Exposición. Diafragmas. Manejo del Photoshop. Técnicas de Composición. Color. Iluminación. Fotografía de moda. El mundo del blanco y negro. Competiríamos el uno contra el otro. De forma sana. Tratando de superarnos diariamente. De aprender de ambos. Seríamos nuestros mayores orgullos. Compartiríamos toda clase de trucos y preferencias profesionales. Iríamos a exposiciones en museos y galerías. Propias y ajenas. Las recorreríamos completas. Y luego las comentaríamos con calma y ojo crítico.

En lo familiar, los retratos de nuestros hijos no tendrían comparación. Seríamos la envidia cochina de todo el edificio. Él sería mi Matt Flamhaff particular. Y yo nunca lo dejaría escapar. Estaría siempre en mi punto de mira. Él, y sólo él, sería mi objetivo.

Nuestro retrato de vida sería hermoso. Tanto como la imagen que se forma en mi cabeza mientras escribo esto.

14 mayo 2010

...apuntes imaginarios del disparate masculino

Caso III. El Periodista.

Narraría todos los eventos de la casa como si fuesen casos de relevancia nacional. Por ello, cuando hablásemos, me miraría fijamente escrutando todas y cada una de mis expresiones. Como si de una entrevista se tratara. Mi testimonial sería analizado desde cada arista posible. Descifrando cada palabra. Analizando todo mi discurso. Mi contexto. Estudiando la coherencia de toda mi alocución. Mientras tanto, tomaría apuntes certeros en alguna de sus miles de libretitas y luego haría el comentario apropiado y justo. Y, por supuesto, alguna que otra pregunta pertinente o imprescindible. Siempre mirando a los ojos. Observando gestos.

Para discutir de las decisiones trscendentales de pareja se convocaría una rueda de prensa. Pregunta y respuesta. Con un público imaginario. Pero con la seriedad característica de un periodista (eso si, sin el vaso de whisky). Y en algún momento, luego de horas y horas de acalorados debates, llegaríamos a un acuerdo. Algún punto en común.

Muy probablemente llevaría un blog, alterno a su trabajo habitual, donde escribiría anécdotas más personales. Todo con un tinte propio. Hablaría de mí. Siempre disfrazando mis defectos o virtudes tras la personalidad de otros, de personajes ficticios. Pero escribiría sobre mí, lo sé. Y yo lo leería para verme estudiada por él. Para saber cómo soy a los ojos de quien amo. Obvio, yo también escribiría de él. Sin que él lo supiera, claro. Y siempre lo haríamos el uno al lado del otro. En sillones contiguos de la misma habitación. Cada quien en sus propias letras. En su prosa. Pero compartiendo una taza de té además de esta incansable afición por la escritura.

Por las noches, bajo las sábanas, utilizaríamos la luz de la misma lamparita para leer buenos libros. Intercambiaríamos historias. Argumentos de libros. De películas. De guiones de teatro. E incluso desmenuzaríamos letras de las canciones de nuestros grupos favoritos.

Estoy segura que mi vida al lado de un periodista sería un periódico propio. Y se actualizaría minuto a minuto. Una suerte de informe semanal. O, simplemente, toda una novela.

13 mayo 2010

...apuntes imaginarios del disparate masculino

Ilustración: Germán Herrera


Caso II. El Chef.

Me conquistaría por el estómago. O, literalmente, por la panza. Y es que me veo rodando. Gorda y rodando. Salir de casa. Al ascensor. Planta cero. Poner un pie fuera del portal y comenzar a rodar cuesta abajo. Manteniendo el brazo elevado hacia el cielo para tratar de salvar las galletitas que llevaría en la mano derecha. Ciertamente feliz.

Me haría los desayunos más ricos habidos y por haber. Y me los traería a la cama. Aderezados con un beso. Panquecas. Poffertjes. Muffins. Croissants. Tostadas. Con mantequilla, mermelada y miel. Un café con leche. Espumoso como a mi me gusta. Y un vaso de jugo de naranja recién exprimido. Y al lado, una flor del jardín o, en su defecto, de la maceta del balcón, con una tarjetita que diga "Buenos días. No es un sueño."

Cada quien a lo suyo. Yo a escribir. Él a la cocina. Entre verduras, vegetales, hortalizas, frutas. Miles de sabores. Cantidad de condimentos. Un almuerzo hecho en imagen y semejanza a mi plato favorito. Eso si, siempre con un postre a la medida.

Al ver películas juntos tendríamos, de seguro, toda clase de snacks gourmet. Endulzaría mis películas rosa con algo de chocolate. Y para las de acción, pondría un toque de sal y pimienta.

Ya en la noche, antes de ir a dormir, me consentiría aún más. Con recetas sin igual, un buen vino y, por supuesto, el postre. Se me hace agua la boca. Ya no puedo ni pensar.

Los fines de semana, la punta de la nariz empolvada con un toque de azúcar glass. Y las manos a la masa. Mmmm. Postres caseros. Tortas esponjosas. Amor garantizado.

No habría centímetro que calculase el alto y ancho de mis sonrisas. Y no habría metro que pudiese medir mis curvas de Botero. Rodaría. Estoy segura que rodaría.

12 mayo 2010

...apuntes imaginarios del disparate masculino

Ilustración: Germán Herrera


Caso I. El Cartero.

Yo recibiría las cartas más románticas del mundo. En sobres de un blanco inmaculado. Con mi dirección escrita en letra impoluta y acompañada de los más vistosos e inigualables sellos que pudiesen existir. Los versos escritos sobre ese papel tan mío, y tan nuestro, serían mucho más que una serie de palabras concatenadas. Me harían suspirar, reír, llorar, imaginar. Sentir.

Tonta como soy, lo esperaría cada mañana frente al buzón para recibir los sobres de su propia mano. Y devolverle un "gracias" con una gran sonrisa. Y por las noches, lo esperaría en el sillón para que me leyese con voz profunda y clara todas esas letras de emociones complejas.

Sin dudarlo, me abalanzaría sobre él. Y me abrazaría. Cerraría mi cuerpo con las mismas manos que convertirían en magia el simple hecho de abrir un sobre. Porque en ese sobre estaría mi nombre.

06 mayo 2010

...si así llueve, que no escampe

[It's times like these you learn to live again.
It's times like these you give and give again.
It's times like these you learn to love again.
It's times like these and time and time again.]

Estas dos últimas semanas han sido de locos. Una completa ruleta rusa emocional. Un sube y baja. El tobogán de lo increíble.

He pasado cuatro meses sin trabajo. He perdido la cuenta de las entrevistas a las que he ido. El vestirme bien. El maquillarme. El arreglarme un poco. Hablar de mi. Del por qué estoy aquí. De lo que busco. De lo que quiero. De lo que tengo. De lo que soy. De lo que hago. Y luego, de vuelta a casa. La incertidumbre. La espera. Y las manos vacías.

Hoy escucho a los Foo Fighters y me sorprendo pensando cuánta razón tienen sus letras. En momentos como estos te das cuenta de que estas vivo. Sientes. Sufres. Lloras. Y venga de nuevo otro día. Otra entrevista. Explicar todo de nuevo. Darte cuenta de que vales algo. De que tienes sueños. Salir. Y de vuelta al autobús. Te emocionas. Esperas. Y nada más. Contra el suelo. Vuelves a caer. Y el levantarse cada vez se hace más pesado.

Empecé el martes en un proyecto por dos meses. Antes de ayer me llaman para decirme que hay un proyecto de fotografía en marcha y que tengo carta libre para asistir. Me muero por ir. Pero ya no hay tiempo. Trabajo en el culo del mundo. Trabajo. De nuevo. Soy alguien. Trabajo, luego existo. Todas mis cosas quedan de lado. Fotografía. Escritura. Clases. Vida.

Hoy me llaman de una agencia de publicidad donde me entrevistaron. Me quieren. Y yo los quiero a ellos. Es una oportunidad en un millón. O en España. Que de por si ya es decir mucho. Así que venga, a recursos humanos, a explicar la situación. Lo siento mucho. Trabajo hasta el viernes. Mi moral me hace sentirme mal conmigo misma. No tomo en cuenta el trabajo que conseguí. Pienso más en lo que tengo que decir. En lo que tengo que dejar.

Voy a casa en el mismo autobus. Deshecha. Con mi crisis mensual de sentirme mujercita. Con el hastío de no querer ir a clase. Con deseos de alquilar, aunque sea por un día, un papá de mentira. O conseguir un novio de verdad. Con ideas que van y vienen en la mente. Con el iPod en la mano. Vuelvo a tierra.

Llego a casa y tengo otra oferta en el contestador. Necesitan que haga una carta de presentación en inglés y en francés, respectivamente, para enviarla en conjunto con mis recomendaciones a una empresa para la cual apliqué hace un buen tiempo ya.

Y es que siento la vida como una pera de boxeo. En un momento está quieta. En otro va hacia adelante y hacia atrás con cada golpe. Y en su camino aprovecha y te golpea. De repente no tienes nada. Y luego te sobra todo.

Para mí la vida es un conjunto infinito de ciclos que se repiten en todas las ciencias. Cuando no tienes nada, nada aparece. Y cuando algo se te acerca, su imán atrae al resto.

Como con los chicos. Estas sola. El helado se derrite porque no tienes con quién comerlo. Te encuentras a uno que medio vale la pena. Y al otro instante tienes a tres más queriendo comer del tarro.

Tengo que suponer que la vida y sus ciclos dependen de eso. Días de locos. La ruleta rusa emocional. Tu propio sube y baja. El tobogán de lo increíble. Sin embargo, también debo suponer (o al menos eso quiero), que como dicen los Foo, en tiempos como éstos, te das cuenta de que estás vivo y, en consecuencia, aprendes a vivir y amar de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo.

Así que, si así llueve, que no escampe.

30 abril 2010

...todas, más una

Qué capacidad tan increíble tiene el venezolano común para creerse de verdad el más sabio del mundo. Si Aristóteles renaciera, seguro que diría que la historia se ha equivocado y que él realmente es de Venezuela. Me juego la vida en ello.

Anoche fui a cenar a casa de unos amigos de mi madre. Fuimos las dos porque están unos familiares de ellos de visita por aquí. Venezolanos todos, por supuesto. Los amigos. Su visita. Mi madre y yo. Pero qué diferencias entre unos y otros.

Los amigos. Seis años viviendo en Madrid. Acostumbrados ya a cómo se mueven las cosas por aquí. Acostumbrados a las tradiciones. Al lenguaje directo y "repujado" (como me gusta decirle), ese que es tan típico madrileño, el de decirte las cosas con retrechería y el toque justo de prepotencia. Bueno, en fin. Acostumbrados a Madrid, a España y a todo lo que se menea por este lado del mundo.

Su visita. Venezolanos. Venezolanísimos. Los del whisky meneado con el meñique. Los de shorts, polo y sandalias para andar por casa. Los de la cadena de oro tan grande y pesada que les dobla el cuello. Los de la barriguita cervecera: redonda, dura y pa fuera. Los médicos. Nota [funda]mental: En Venezuela ser médico es sinónimo de caché, de poder, de bolsillo lleno. Si eres médico, muy probablemente, eres más importante que el mismísimo presidente de la república. El médico abre la boca e inmediatamente se abre un hueco en el cielo, sale un foco de luz y un halo angelical con musiquita incorporada para adornar las valiosísimas palabras que tiene por decir. Aunque se trate de un "coño chamo, pásame esa vaina ahí". El contenido es lo de menos. Lo de más es la forma.

Mi mamá y yo. Venezolanas. Holandesas. Musiús o guiris. Dependiendo de la latitud y del gusto de quién lo diga. Acostumbradas a una cosa y a la otra. Con ojos críticos hasta en la espalda. Vemos al de aquí, al de allí y al de más allá. Nos vemos nosotras. Y sacamos conclusiones propias.

La mía.

El venezolano tiene una maña indiscutible que lo caracteriza. Se las sabe todas, más una. No te conoce pero te investiga la vida completa y sabe lo que tienes que hace para mejorarla. Y lo peor: ¡te lo dice! Justo después del "encantado de conocerte", espera dos segundos y va y te suelta la retahila de cosas que lleva mascullando en la cabeza desde que te vio llegar.

Ayer, el médico [reverencia por favor], me dice: "Cindy ¿qué es lo que estudias tú?¿Diseño?". No. Fotografía. "¿Quieres que te de un consejo? ¡Eso no te va a servir de nada! Tú lo que deberías hacer es estudiar mercadeo...", y echa el cuento de cómo el mercadeo se dedica a [atención por favor]: "hacer estudios de mercadeo". Oh por Dios. Hemos descubierto la leche caliente. Pero claro, como es venezolano y MÉ-DI-CO [signos de exclamación y aplausos del público por favor], eso seguro lo sabe mejor que los otros cinco mortales que estamos en la sala respirando el mismo aire que él. ¿Yo? Si. Yo tengo dos carreras, u oficios, que a simple vista no me llevarán muy lejos. Por no decir "a ninguna parte". Por un lado soy periodista. Y por el otro soy fotógrafa. Conclusión: Tengo todos los números para morirme de hambre. Y los sigo acumulando. ¡Bingo! Además, punto aparte, tengo un máster en estupidez.

Sin embargo, no soy tan estúpida como para no saber que al venezolano se le debe escuchar con un sólo oído, porque con los dos sería muy perjudicial para la salud mental. Y yo hice exactamente eso. Escuche y sonreí. Mientras, practiqué mi gran poder de abstracción. Y como la educación me sale solita, luego bromée con él un rato sobre el mercadeo, dándole la vuelta a su propia tortilla. Después, tan contenta, me fui a casa y a dormir.

No obstante, esta mañana me despierto con todo esto revoloteando en mi cabeza. Lo comento con mi mamá frente a dos pozos de café. Me parece fascinante que el venezolano siempre se crea más inteligente que los demás. Incluso que sus compatriotas. Y que además, se de el lujo de decirte lo que tienes que hacer para solucionarte la vida. Para ellos todo es fácil. Sólo es cuestión de hacer buen mercadeo y forrarse en billetes.

Y es que el venezolano siempre se las sabe todas.
Todas, más una.