24 junio 2010

...especímen #8


Nueva vida.
Hoy deja que llueva.

Nunca me han gustado los obituarios. Ni los textos de despedida. Me parecen hipócritas. Vacíos. Llenos de mentiras. Insensatos. Por lo general están plagados de "Fue un buen hombre, un buen amigo, se le recordará y extrañará desde los mejores recuerdos...y blá, blá, blá. Lo que digo: se me antojan insensatos. No creo en eso de las buenas palabras luego de que ya tienes metros y kilos de tierra por encima. Porque no. Porque me parece mejor idea decir las cosas cuando los oídos aún funcionan y cuando vale de algo.

He tenido que dejar todo de lado para venir a escribir esto. No vengo a dejar un obituario común. Tampoco a dejar un espécimen más. Aunque lo fuere. Y aunque lo seguirá siendo.

A Al lo conocí por la escuela de fotografía. Buscaba gente tatuada para hacerle fotos para su proyecto del máster. Así que yo me ofrecí, dejándole muy claro que los míos eran muy pequeños, pero que si le valían, podía hacerme fotos. Un domingo en la tarde quedamos para comer y de allí a las fotos. Aunque sabía que iba con muletas, debo decir que me impactó mucho el verlo así. Porque días antes me había dicho que le dolía mucho el tratamiento. Hablando con él me di cuenta de que, además, también tenía algún problema de concentración pues aunque escuchaba, parecía pasar olímpicamente de lo que habías dicho y volvía a preguntar lo mismo de forma diferente.

Ese día me hizo las fotos. Y al despedirnos, me besó. Lo recuerdo bien porque fue como si me hubiesen sacudido en medio de la noche. No tenía la impresión de que los españoles fuesen así. Él -me dijo- era de Bilbao y poco le importaba lo que pensasen. Comenzamos a "salir". ¡Qué eufemismo! (sabiendo que se le hacía muy difícil por cómo estaba y por cómo se sentía). El caso realmente es que yo iba a su casa, veíamos pelis, ordenábamos comida (chinos o pizzas), dormíamos juntos... En fin, la vida de una pareja cualquiera, sólo que con alguna que otra limitación de más. Eso si, cuando nos veíamos en la escuela, nos hacíamos un poco los locos.

Salimos por un mes. Hasta que lo dejé por el espécimen #4. Recuerdo que me dijo que tenía suerte de que lo estuviese tomando tan calmado. A mí me sonó a amenaza y de verdad que me sentó muy mal. De más está decir que, luego de eso, dejó de hablarme. Yo lo atribuí a que le había hecho mucho daño (por lo que sentí bastante remordimiento), pero también a sus dos años menos que los míos.

El año pasado comenzó a hablarme de nuevo. Pero muchas cosas habían cambiado. Él ya no caminaba, estaba en silla de ruedas y yo estaba moralmente destrozada porque el idiota #4 me había dejado. Y, ¿cómo se juntan dos mochos para rascarse la espalda?

Hace tres semanas vi unos cuadros y unas fotos de él en la escuela. Estaban montando su exposición. Vi uno a uno cada dibujo. Leí las dos reseñas que le hicieron para el boletín de la escuela.

Todo se me vino abajo hoy cuando me llegó un mail diciendo que había fallecido ayer en la mañana. No voy a decir que fue buena persona, aunque lo fuera en verdad. Ni voy a decir que se le va a extrañar porque era un buen amigo, aunque también sea verdad. Mi verdad es que compartí mucho con él. Pero por poco tiempo. Y por mucho tiempo no nos hablamos. Muchas veces me pregunté qué era lo que hacía su trabajo tan especial. Y nunca encontré respuestas. Aún me lo sigo preguntando. Aún sigo con la incógnita. Porque yo sé que si yo cogiera una cámara e hiciera lo que él hacía, dirían que mi trabajo es una mierda, que es de amateur, y muchas cosas más. De todo menos bueno. Muchas veces he sentido envidia por ese preciso motivo. Y cuando vi su exposición sentí mucha más envidia. De esa que atenta contra ti y todo lo que te rodea. De esa que es una nube difusa que te bloquea el cerebro y no te deja pensar con claridad.

Yo odio los obituarios. Con todas mis fuerzas. Así que, no pienso decir que fue una buena persona. Hoy vengo a evidenciar que yo no lo soy. Que muchas veces soy incluso peor que los espécimenes que engrosan mi catálogo y que tanto mal me han hecho. A Al no debí hacerle daño. Pero lo hice. Al final igual tuve mi merecido. Un amigo en común dejó de hablarme por todo esto. El espécimen #4 me dejó. Y siempre seré la inepta que no encuentra lo que hace su trabajo fotográfico tan excepcional.

Me dejó en shock el que haya muerto. Se me atraviesa en la garganta. Pienso en su madre y no logro dejar de repetirme que los padres no están para enterrar a sus hijos. Y además, se me hace indescifrable su último acertijo:

"El mundo nunca antes fue tan fascinante. Nunca quise amar tanto. Nunca quise vengar tanto. Nueva vida. Una mañana de invierno. Desperté de un verano muerto."

Y en efecto, nueva vida.
Hoy dejas que llueva.

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