30 abril 2010

...todas, más una

Qué capacidad tan increíble tiene el venezolano común para creerse de verdad el más sabio del mundo. Si Aristóteles renaciera, seguro que diría que la historia se ha equivocado y que él realmente es de Venezuela. Me juego la vida en ello.

Anoche fui a cenar a casa de unos amigos de mi madre. Fuimos las dos porque están unos familiares de ellos de visita por aquí. Venezolanos todos, por supuesto. Los amigos. Su visita. Mi madre y yo. Pero qué diferencias entre unos y otros.

Los amigos. Seis años viviendo en Madrid. Acostumbrados ya a cómo se mueven las cosas por aquí. Acostumbrados a las tradiciones. Al lenguaje directo y "repujado" (como me gusta decirle), ese que es tan típico madrileño, el de decirte las cosas con retrechería y el toque justo de prepotencia. Bueno, en fin. Acostumbrados a Madrid, a España y a todo lo que se menea por este lado del mundo.

Su visita. Venezolanos. Venezolanísimos. Los del whisky meneado con el meñique. Los de shorts, polo y sandalias para andar por casa. Los de la cadena de oro tan grande y pesada que les dobla el cuello. Los de la barriguita cervecera: redonda, dura y pa fuera. Los médicos. Nota [funda]mental: En Venezuela ser médico es sinónimo de caché, de poder, de bolsillo lleno. Si eres médico, muy probablemente, eres más importante que el mismísimo presidente de la república. El médico abre la boca e inmediatamente se abre un hueco en el cielo, sale un foco de luz y un halo angelical con musiquita incorporada para adornar las valiosísimas palabras que tiene por decir. Aunque se trate de un "coño chamo, pásame esa vaina ahí". El contenido es lo de menos. Lo de más es la forma.

Mi mamá y yo. Venezolanas. Holandesas. Musiús o guiris. Dependiendo de la latitud y del gusto de quién lo diga. Acostumbradas a una cosa y a la otra. Con ojos críticos hasta en la espalda. Vemos al de aquí, al de allí y al de más allá. Nos vemos nosotras. Y sacamos conclusiones propias.

La mía.

El venezolano tiene una maña indiscutible que lo caracteriza. Se las sabe todas, más una. No te conoce pero te investiga la vida completa y sabe lo que tienes que hace para mejorarla. Y lo peor: ¡te lo dice! Justo después del "encantado de conocerte", espera dos segundos y va y te suelta la retahila de cosas que lleva mascullando en la cabeza desde que te vio llegar.

Ayer, el médico [reverencia por favor], me dice: "Cindy ¿qué es lo que estudias tú?¿Diseño?". No. Fotografía. "¿Quieres que te de un consejo? ¡Eso no te va a servir de nada! Tú lo que deberías hacer es estudiar mercadeo...", y echa el cuento de cómo el mercadeo se dedica a [atención por favor]: "hacer estudios de mercadeo". Oh por Dios. Hemos descubierto la leche caliente. Pero claro, como es venezolano y MÉ-DI-CO [signos de exclamación y aplausos del público por favor], eso seguro lo sabe mejor que los otros cinco mortales que estamos en la sala respirando el mismo aire que él. ¿Yo? Si. Yo tengo dos carreras, u oficios, que a simple vista no me llevarán muy lejos. Por no decir "a ninguna parte". Por un lado soy periodista. Y por el otro soy fotógrafa. Conclusión: Tengo todos los números para morirme de hambre. Y los sigo acumulando. ¡Bingo! Además, punto aparte, tengo un máster en estupidez.

Sin embargo, no soy tan estúpida como para no saber que al venezolano se le debe escuchar con un sólo oído, porque con los dos sería muy perjudicial para la salud mental. Y yo hice exactamente eso. Escuche y sonreí. Mientras, practiqué mi gran poder de abstracción. Y como la educación me sale solita, luego bromée con él un rato sobre el mercadeo, dándole la vuelta a su propia tortilla. Después, tan contenta, me fui a casa y a dormir.

No obstante, esta mañana me despierto con todo esto revoloteando en mi cabeza. Lo comento con mi mamá frente a dos pozos de café. Me parece fascinante que el venezolano siempre se crea más inteligente que los demás. Incluso que sus compatriotas. Y que además, se de el lujo de decirte lo que tienes que hacer para solucionarte la vida. Para ellos todo es fácil. Sólo es cuestión de hacer buen mercadeo y forrarse en billetes.

Y es que el venezolano siempre se las sabe todas.
Todas, más una.

29 abril 2010

...de humildades y fracasos

...es curioso que salga algo bueno de algo malo.
Sin embargo, así funciona.

La historia es corta. Cumplía cuatro años, o cinco. Realmente no lo sé. Pero era esa edad. Yo vivía con mi abuela, mi tía y mi prima en un pueblo llamado Boconó que queda en los andes de Venezuela. Esa etapa me marcó. Y ese día en particular moldeó lo que sería el resto de mi vida. Al menos lo que llevo vivido hasta ahora.

En Venezuela, las niñas crecen viendo el Miss Venezuela y oyendo el cuento, una y otra vez, de que somos el país de las mujeres bellas y el que más coronas se ha llevado por eso. Yo no quiero ahondar en el tema, al menos no en este post. Este es mío. Me lo reservo para contar lo que viene.

Retomo entonces. El día de mi cumpleaños. Mi mamá había viajado ocho horas desde Caracas para estar conmigo, cosa que lo hacía más especial. Me hicieron una fiesta en uno de los patios traseros de la casa de mi tía. Todas las niñas del pueblo estaban invitadas. Y un montón de gente más que también era como parte de la familia. Jugábamos al Miss Venezuela. La corona me la planta en la cabeza mi mamá. Y volvemos a empezar otra ronda para decidir la sucesora. Me salgo del juego porque voy a la cocina a buscar algo de comer. Ja. Cosa nada rara en mí. Me encuentro a mi tía quien muy conscientemente me dice que sólo he ganado por ser la cumpleañera. Sus palabras: "todas esas niñas son mucho más bonitas que tú".

Eso a los cinco años es como una bomba de tiempo. Un detonante de lágrimas disparadas a presión. Sin embargo, yo no lloré. Cogí mi comida y me fui. Pasé olímpicamente de ella y su comentario.

En los años siguientes no he sido tan fuerte. Nunca se me ha borrado esa imagen de la cabeza. Jamás he escuchado recuerdos tan claramente. Fue una frase que sin dudarlo me marcó para siempre. Algo que me repito día tras día. Y lo que me mantiene anclada al suelo la mayoría del tiempo.

Desde ese momento entendí que no era bonita. Que sólo podía obtener lo que quería valiéndome de esfuerzo y de demostrar que soy buena en lo que hago. Que no me podía dormir en los laureles esperando a un príncipe azul que se prendara de mi. Que debía destacar del resto. Pero no por belleza porque, claro, ese don pasa de mí.

Hoy. Me lo repito diariamente. Lo he asumido como lema mental y personal. Lo sé y lo recuerdo cada vez que me miro al espejo. Sale a flote cada vez que alguien me hace algún cumplido. Se esconde tras la "humildad", pero no lo es. En realidad es fracaso. Complejo. Y lo lloro cada vez que me viene a la memoria.

Aún así, doy gracias a mi tía por tan sabias palabras. Me he esforzado muchísimo. Nunca fui la mejor de la clase, mucho menos la más bonita. Pero me gradué. He trabajado un montón siempre y en todo. He aprendido idiomas y aún sigo en ello. No me conformo. Siempre quiero más. Nunca es suficiente.

No soy bonita. Hay muchísimas mujeres que son mucho más bonitas que yo. Que son hermosas. Que pueden tener lo que quieren con tan sólo una mirada. Pero no, ese no es mi caso.

En este caso ha salido algo bueno de algo malo.
Así funciona.

28 abril 2010

...y desperté

Todo el mundo corre. De atrás a adelante. Se pisan y se estrellan los unos contra los otros. El caos. Agobio. Indecisión. Impotencia. Gritos y llantos por todas partes. Allí, no tan lejos, hay dos personas juntas.

Es todo un campo de guerra. Y, aún así, luce como un descampado. La falda de una montaña. Hay sol. Sin embargo, a ratos, se nubla todo. Del color cambiamos a blanco y negro. Yo miro dentro del lugar, porque si, hay algo más. No es una casa, ni una carpa. No sé bien lo que es, pero se siente como nuestro o, en todo caso, como mío. Me pertenece. A mí y esos dos que están allí y que ahora no recuerdo quiénes eran. No logro acordarme de sus caras, ni saber qué aspecto tenían. Pero eran reales. Los conocía. Estaban conmigo.

Oigo su aclamación. Sus gritos desesperados. Los veo. Ella se lleva una mano a la boca y ahoga un llanto. Los ojos de él se abren de par en par. Yo me asusto. No sé lo que pasa. O si lo sé pero no lo quiero creer. Salgo de donde sea que estuviese. Corro a su lado. Los abrazo. Siento un súbito calor que comienza a ser más presente, más insoportable. Subo la vista y lo veo.

Arriba un un punto de luz anaranjado. Brillante. Muy brillante. Una humareda. El cielo ya no se ve. Deja de estar donde siempre ha estado. Todo se vuelve gris. Todo explota. Volteo de nuevo. Adelante un punto de luz incandescente cae y une el horizonte. Arriba y abajo son ahora uno sólo. Lo mismo. La bola de luz avanza a paso descontrolado. Viene directo hacia nosotros.

Estamos rodeados. por uno y otro lado. No hay salida. Y, de hecho, no hay más nadie. No hay más nada. Sólo las dos personas que sigo sin reconocer. Y yo.

Siento miedo. Nunca tuve tanto. Jamás me sentí tan sola y jamás me importó tan poco. Sé que es el final. No obstante, algo dentro de mí me dice que me quede tranquila. No hay nada que hacer. Será inmediato. Rápido. No sentiré nada. Aún sigo abrazada a éstos dos. Su calor. El calor que nos rodea. Y sólo sé que tengo miedo. Miedo de morir. No por el hecho, sino por la forma. No quiero morir así.

Soñé con el fin del mundo.
Fue rápido.
Calor y luego muerte.

...y desperté.

22 abril 2010

...you made my day!

...las cosas bonitas que me escribe germanh:

"...es allá y contigo,
eso es más bonito que patria o muerte..."



P.D: ...que conste en record:
me hiciste el sueño y el día.

...los españoles no son tan indios

Es la 1:18 AM. Debo acostarme para mañana trabajar con una serie fotográfica que debo entregar para la noche. Así que apago la luz y me acomodo en la cama. Sin embargo, mi cabeza va a su bola y comienza a rumiar algo que acabo de recordar. No sé el por qué. Sólo sé que lo recordé y debo escribirlo. Me da el mal humor. Un aire de amargura. El estrés de la hora. Pero como me conozco y sé que me arrepentiré mañana si no lo hago ya, me levanto. Abro el portátil. Entro en el blog y comienzo a teclear. No hay más opción. Es obligatorio.

Hace un tiempo, JF me hizo un comentario-pregunta que me dejó paralizada, en blanco, en un coma explicativo que sólo hasta hoy soy capaz de solucionar. Y tengo que sacarlo. Sino dejaría de ser yo.

Palabras más, palabras menos, JF me preguntaba si los latinos teníamos problemas de ortografía a la hora de diferenciar el uso de la C o la S en las palabras. Porque claro, como "los de allá" no pronunciamos la ce como es, sino como una ese, pues él no se explicaba cómo teníamos claro con qué se escribía tal o cual cosa. Creo que su justificación al respecto fue que los españoles sabían cómo escribirlo porque sabían cómo pronunciarlo.

A lo que yo respondo: ¡Hombre, no somos tan indios!

Personalmente creo que: el hecho de pronunciar la ce como una ese es una cuestión de estilo. De latitudes. De fronteras. No sé de dónde viene. Ni por qué sucede. Ni mucho menos cómo remediarlo. Y además no soy quién para venir aquí a exponer tesis doctorales sobre el uso indebido del sonido de las letras.

Es sólo que en este caso mis vísceras le han ganado la batalla al sueño, o a la falta de él. Y en vez de acostarme y seguir como si nada, llegué a la conclusión de que prefiero contestar a este dilema con otra pregunta. Aunque sea para fines estrictamente personales.

¿No sucede lo mismo con el uso de la be y la uve? ¿Tienen los españoles problemas de ortografía a la hora de diferenciar el uso de la B o de la V en las palabras? Porque claro, como a la hora de pronunciarlos no hay mucha diferencia sonora (en teoría si debería haberla, pero en la práctica no es así), yo no me explico cómo tienen claro con qué debe escribirse tal o cual cosa.

Aunque claro, supongo que la respuesta está en que los españoles no son tan indios.

19 abril 2010

...()

"...la tierra fue creada redonda
para que no podamos ver el final del camino..."

[Out of Africa]

16 abril 2010

...!!!

"...your love is better than ice cream,
better than anything else that I've tried..."

[Sarah McLachlan]

10 abril 2010

...into pieces

"La vida es un rompecabeza.
Y a mí me falta más de una pieza."

[de la casa]

...Adictos Anónimos

Hola. Mi nombre es Cindy Engberts. Y soy Adicta.

Nunca pensé que podría confesarlo tan abiertamente. Sin embargo, en los últimos años he desarrollado un sentido del absurdo que me hace soltar a bocajarro todos los defectos que conviven en mí diariamente. Critico y me critico. Observo y me observo. Me burlo de ella, de él, de aquellos, de nosotros, de mí.

Hoy vengo a declararme culpable. Soy adicta. Con cada una de sus letras. Con todo el sentido y la carga que conlleva.

Soy adicta al orden mental y escrito. Debo mantener ordenado el continuo paso del tiempo. Amo los calendarios y las agendas. Muero si no apunto todo. Lo más absurdo. Lo imprescindible. La costumbre rara del qué esperar de cada día. Lo que haré. La cuenta regresiva de lo que falta. La planificación del tiempo. Si. Es un poco bizarro. La vida se consume tan rápido como un fósforo. Los días arrasan con todo a su paso. Y mientras algunos prefieren mirar al futuro recordando de vez en cuando al pasado, yo vivo recontando el paso de los días y el camino de mi vida.

Soy adicta a las compras. Puedo vivir austeramente. Sé administrarme y llevar las cuentas de forma justa y práctica. Pero las tiendas me vuelven loca. La ropa. Los zapatos. Las carteras. Soy adicta a irme de tiendas. Es mi terapia. Algunas prefieren un spa donde las consientan con masajes de barro o de chocolate, en baños de sauna o con tratamientos de belleza. Yo no. Yo soy más barata. Yo me conformo con recorrerme mil tiendas y comprarme al menos una camiseta o alguna baratija que me guste. Las rebajas son mi fuerte. Eso si, aún con una economía ajustada y controlada, soy adicta a llevar una bolsa en la mano.

Soy adicta a los libros. Me encanta coleccionarlos. Los saco de los estantes. Observo la portada. Leo la contraportada. A veces el prólogo. Cuando no me miran, abro el libro por la mitad y pego la nariz a las páginas. Inhalo. Exhalo. Amo su aroma. A primeras lo que me llama la atención es la portada. Si me gusta, la mayor parte de la venta ya está hecha. Luego me los devoro. Puedo leer entre dos y cinco libros por semana. Vivo sus historias como si me las estuviesen tatuando en el cuerpo. Las siento. Las río. Las sufro.

Por último, pero no menos importante, debo decir que soy adicta a los cuadernillos. Tengo millones. Unicolores. De flores. A rayas. Enormes. Pequeños. De todo tipo. En mi mesa de noche siempre hay uno. Típico que cuando sufro de insomnio me pongo a pensar en mil tonterías de las cuales luego salen las cosas que escribo. El comienzo de una historia. El recuerdo de un momento. Las palabras justas. Las frases precisas. Lo inconcluso que luego se materializa por ésta vía. Y, de vez en cuando, algún dibujo. O, como diría germanh "algún mono".

Y así como éstas, tengo alguna que otra fijación más que me hace pertenecer al club de los Adictos Anónimos. Tengo la tarjeta de miembro. La fecha del baile está apuntada en mi agenda. El conjunto perfecto guardado en el armario. La descripción del evento en aquel libro de allá. Y la historia inconclusa que habita en las páginas de alguno de mis cuadernillos, con seguridad terminará reflejada por este monitor.

Este es sólo el primer paso.
Mi nombre es Cindy Engberts. Y soy adicta.

09 abril 2010

...espécimen # 6

[Someday, when my life has passed me by,
I'll lay around and wonder why
you were always there for me]

El hombre perfecto se me escapó de las manos.

Es quizás una de las pocas personas a quienes le puedo decir que le quiero. Sin vergüenza alguna. Sin reparos. Y éstos dos últimos años lo he extrañado como loca. El poder llamarlo a las tantas de la noche para hablar con él. Horas y horas sin importar más nada. Esperarlo y comer un helado. Hablar y reírnos del absurdo y de todo lo que nos rodea. Sus buenos consejos. Él.

En el 97 me cambiaron de colegio. Empezaba la secundaria. Era la nueva en un colegio tan grande que se me hacía frío e impersonal. Esos cinco años fueron lo peor que me ha pasado en la vida. Odiaba el colegio. Odiaba a la gente. Él fue uno de mis primeros amigos. Iba dos años por delante de mí. Y aún así, me ofreció su amistad. Sin importar que fuera la nueva. Que fuera menor. Que dijeran lo que decían de mí.

Y así fuimos creciendo. Pero cuando se fue a la universidad me quedó un vacío gigante. No estaba para protegerme del resto. Y ya el contacto no era el mismo. Cuando tuvo su primera novia seria, casi muero. Los celos me mataban.

Siempre estuve enamorada de él. Y no era secreto. Sólo que nunca nos sincronizamos y nunca funcionamos. Íbamos a ritmos distintos. Nada acompasados. Siempre fue el chico perfecto. Siempre lo ha sido. Y siempre lo será. Inteligente. Autodidacta. Deportista. Músico. Amigo. Y yo, por mi parte, siempre he sido desastre y siempre lo seré.

Con Luis no hubo historia triste. Fuimos noviecitos en algún momento. Pasaron muchas más cosas. Se dijeron otras tantas. Y aún así, a pesar de todo, seguimos siendo amigos. Todo fue como en slow motion. Todo se dio poco a poco. Así lo recuerdo.

Hoy está con su mujer perfecta. Con planes de cambio de vida. Con planes de matrimonio. Con sus millones de planos mentales que construirá poco a poco como el arquitecto de vida que siempre ha sido.

Lo admiro como a nadie. Creo que es la mejor persona que he conocido nunca. Y lo extraño tanto que se me hace inaguantable no tenerle cerca. Lo extraño. Repito: ¡Lo extraño! Y quisiera gritarlo tan fuerte hasta que me oyera y regresara a mi lado. Para protegerme como siempre lo hizo. Para quererme. Para escucharme.

Sé que seguirá allí. Y yo seguiré aquí. Preguntándome por qué siempre ha estado para mí.
Y recordándome a mí misma que el hombre perfecto se me escapó de las manos.
De la vida. Y del mapa.

08 abril 2010

...to build a home

...y ya llevo dos años en Madrid.
El tiempo pasa de largo y te come en el camino.

Hay recuerdos bonitos. Recuerdos muy muy bonitos. Y recuerdos tan fatales como la vida puede darte. He recorrido muchas calles. He entrado y salido de muchas estaciones de metro. Ha llovido. Ha nevado. Ha salido el sol. Con mi iPod. Con mis libros. Un periódico. La sonrisa de aquella. El cuento de este otro. Las quejas de ella. Las miradas de él.

Todo ha cambiado. A veces, vuelven los recuerdos y las ilusiones de aquellos amigos que en realidad nunca lo fueron. Y no pasa nada. Te acuerdas de los buenos momentos. Y ya. Los dejas estacionados en el tiempo. Guardados en la memoria. Y no más. De allí no pasan. Abres y cierras esa puerta sólo cuando quieres hacerlo. Cuando el ánimo te lo exige. Y sólo quedan aquellos que llegan y de verdad quieren quedarse. Aquellos que no son meras ilusiones. Que no son espectros de lo que hay o de lo que puedes tener. Ahora están aquellos que simplemente son. Son verdaderos. Así como verdadero es también el tiempo que te dedican. Y el que dedican a recordarte.

Sigues caminando. Aprendes a moverte al ritmo que te indica la ciudad. Días en que flotas como una pluma con la brisa. Días en los que sólo arrastras tus pasos bajo tu propio peso. Bajas. Subes. Adelantas. Sigues. Te sientes sólo. Pero volteas y hay gente. Siempre estás acompañado.

Y aunque al final todo se resume en que corriste de un lugar hacia otro, aún estás buscando algo. Persiguiendo algo. Soñando algo.

Porque, como dirían los de la Cinematic Orchestra: "I climbed the tree to see the world". Y yo estoy en este árbol, aquí y ahora, para aprender a caer, para volver a subir, para lograr eso que quiero para mañana. Para MI mañana.

Para hacerme un hogar.
Y para sentirme en casa algún día.

06 abril 2010

...F***!

"-...¿qué falló?¿qué fue lo que pasó?
- Lo que siempre pasa. La vida..."

[500 days of summer]

01 abril 2010

...a mi medida

"...no es que sea gorda,
es que tengo un cuerpo renacentista..."

[no sé de quién es la frase, no recuerdo dónde la leí, pero me mata]