06 mayo 2010

...si así llueve, que no escampe

[It's times like these you learn to live again.
It's times like these you give and give again.
It's times like these you learn to love again.
It's times like these and time and time again.]

Estas dos últimas semanas han sido de locos. Una completa ruleta rusa emocional. Un sube y baja. El tobogán de lo increíble.

He pasado cuatro meses sin trabajo. He perdido la cuenta de las entrevistas a las que he ido. El vestirme bien. El maquillarme. El arreglarme un poco. Hablar de mi. Del por qué estoy aquí. De lo que busco. De lo que quiero. De lo que tengo. De lo que soy. De lo que hago. Y luego, de vuelta a casa. La incertidumbre. La espera. Y las manos vacías.

Hoy escucho a los Foo Fighters y me sorprendo pensando cuánta razón tienen sus letras. En momentos como estos te das cuenta de que estas vivo. Sientes. Sufres. Lloras. Y venga de nuevo otro día. Otra entrevista. Explicar todo de nuevo. Darte cuenta de que vales algo. De que tienes sueños. Salir. Y de vuelta al autobús. Te emocionas. Esperas. Y nada más. Contra el suelo. Vuelves a caer. Y el levantarse cada vez se hace más pesado.

Empecé el martes en un proyecto por dos meses. Antes de ayer me llaman para decirme que hay un proyecto de fotografía en marcha y que tengo carta libre para asistir. Me muero por ir. Pero ya no hay tiempo. Trabajo en el culo del mundo. Trabajo. De nuevo. Soy alguien. Trabajo, luego existo. Todas mis cosas quedan de lado. Fotografía. Escritura. Clases. Vida.

Hoy me llaman de una agencia de publicidad donde me entrevistaron. Me quieren. Y yo los quiero a ellos. Es una oportunidad en un millón. O en España. Que de por si ya es decir mucho. Así que venga, a recursos humanos, a explicar la situación. Lo siento mucho. Trabajo hasta el viernes. Mi moral me hace sentirme mal conmigo misma. No tomo en cuenta el trabajo que conseguí. Pienso más en lo que tengo que decir. En lo que tengo que dejar.

Voy a casa en el mismo autobus. Deshecha. Con mi crisis mensual de sentirme mujercita. Con el hastío de no querer ir a clase. Con deseos de alquilar, aunque sea por un día, un papá de mentira. O conseguir un novio de verdad. Con ideas que van y vienen en la mente. Con el iPod en la mano. Vuelvo a tierra.

Llego a casa y tengo otra oferta en el contestador. Necesitan que haga una carta de presentación en inglés y en francés, respectivamente, para enviarla en conjunto con mis recomendaciones a una empresa para la cual apliqué hace un buen tiempo ya.

Y es que siento la vida como una pera de boxeo. En un momento está quieta. En otro va hacia adelante y hacia atrás con cada golpe. Y en su camino aprovecha y te golpea. De repente no tienes nada. Y luego te sobra todo.

Para mí la vida es un conjunto infinito de ciclos que se repiten en todas las ciencias. Cuando no tienes nada, nada aparece. Y cuando algo se te acerca, su imán atrae al resto.

Como con los chicos. Estas sola. El helado se derrite porque no tienes con quién comerlo. Te encuentras a uno que medio vale la pena. Y al otro instante tienes a tres más queriendo comer del tarro.

Tengo que suponer que la vida y sus ciclos dependen de eso. Días de locos. La ruleta rusa emocional. Tu propio sube y baja. El tobogán de lo increíble. Sin embargo, también debo suponer (o al menos eso quiero), que como dicen los Foo, en tiempos como éstos, te das cuenta de que estás vivo y, en consecuencia, aprendes a vivir y amar de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo.

Así que, si así llueve, que no escampe.

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