06 junio 2010

...yo sólo era testigo


Es jueves. Espero el bus para ir a casa. Veo a una niña con su madre. La niña me recuerda a alguien. Sin embargo, no puedo descifrar a quién. La sigo mirando. Por un buen rato. Trato de explicarme a mí misma que se parece a mí cuando yo era pequeña. Pero me cuesta. Sé que, por como se ve, si que es parecida a mí. Tanto que se podría decir que es mi hermana.

Ropa y zapatos de colores. Ya es verano. Cabello castaño oscuro. Liso. Ojos azules. Delgada. [Si, yo también lo fui algún día]. Y está mudando los dientes. Debe tener entre 8 y 9 años. No más. No se está quieta ni un instante. Ve a un señor que coloca papelitos de clases a domicilio. English y français. Ella lo mira desde abajo. Regresa donde su madre. Con el índice apunta el papel. Y vuelve hacia arriba y hacia abajo. Su deporte favorito: preguntar.

Se parece a mí. O a como debía lucir yo cuando tenía su edad. De esa etapa no recuerdo mucho. Creo que cuando somos niños no buscamos tanto nuestro reflejo desde otro lado. Simplemente somos. Nos dejamos peinar y vestir por nuestros padres. Y, alguno que otro día, cuando nos gana la vanidad, pedimos a mamá que nos coloree un poco con el labial. Que pinte nuestras uñas con el color que ella usa. Con eso es suficiente.

No nos vemos al espejo cuando nos cepillamos los dientes. O cuando nos lavamos las manos. No nos asustamos con nuestra cara de la mañana. No nos buscamos granos. Ni arrugas. No nos perfilamos la forma de las cejas. No nos acomplejamos por el culo gordo. No hacemos dietas ni creemos en la "operación bikini". No visitamos el espejo mil veces antes de salir de casa por miedo a estar mal vestidos. Nos da igual. No nos importa el qué dirá éste o aquel. Esas cosas poco peso tienen. Porque a esa edad somos todos iguales. Y nuestras prioridades son otras.

Es extraño cómo van cambiando las cosas y las perspectivas a medida que vamos creciendo. Vemos todo desde reflejos. Lo que mostramos a los demás. Lo que ellos nos muestran a nosotros. Lo que deciden ocultar. Es increíble cómo el espejo llegar a cobrar tanta importancia. Sobretodo ese que se forma cuando nos vemos a nosotros mismos reflejados en el ojo del otro.

Recuerdo a la niña y sigo preguntándome si yo sería así. Porque no logro acordarme de cómo era antes de los doce años. Para saberlo tengo que recurrir a fotos. No me recuerdo frente al espejo. No sé qué aspecto tenía. De mi infancia, sólo me quedan memorias subjetivas. Pequeños videos mentales. La vida desde dentro. Los protagonistas eran otros. Y yo, yo sólo era testigo.

No hay comentarios: