18 junio 2011

...three is a magic number

Tres semanas en Holanda. Tres jarras de tinto de verano en menos de tres horas. Tres programas y sólo dos cosas por decir en medio de una borrachera que parece caminar, también, a tres patas.

Uno.
Hay ahora mismo en Holanda una campaña que, palabras más, palabras menos, dice: "todo lo que le digas a un niño en su infancia, maracará su vida para siempre". Y me pongo yo a pensar dentro de mi borrachera. Muchos de mis errores vienen de una cosa en particular que me dijeron siendo muy niña: "...todas las demás son mucho más bonitas que tú...". Si. Ciertamente. Lo que le digas a un niño, marcará su futuro. No sé si dar gracias o ponerme a llorar a moco suelto. Pero todo lo que soy ahora tiene su comienzo en esa frase que me dijeron en la fiesta de mi quinto cumpleaños. Gracias a ello siempre he sentido que soy menos que las demás. Menos valiosa, menos importante, menos fuerte, menos bonita... menos, menos, menos. Siempre menos de lo que, por común denominador, se considera suficiente.

Dos.
El hecho de que tu padre te abandone incluso sin conocerte, te deja una cicatriz que no se va con agua y jabón, ni tampoco con un quitamanchas de lo más poderoso. Siempre, sin importar lo que pase o las cosas que logres, te vas a sentir como si ese abandono fuera tu culpa, como si hubiese algo malo contigo mismo que hubiese hecho que esa persona tan importante para ti se haya ido de tu vida sin siquiera haberte dado la oportunidad de tener la conciencia suficiente para hacer el esfuerzo de agradarle y conocerle. Como si hubieses hecho algo tan malo que no valiese la pena estar a tu lado al menos el primer año.

No, no he llegado a este post luego de solo dos horas de darle vueltas o luego de tres semanas de estar viviendo un cambio de vida. Se trata de cosas que están ahí y que se vuelven parte de tu día a día sin haber sido algo de tu propia elección. Algo a lo que estás tan acostumbrado que, sin querer, lo dejas pasar debajo de la mesa, porque ya ni te das cuenta de que existe. Lo asumes y ya. Vives con ello. Y lo haces parte de tí. De tus fortalezas cuando te envalentonas. O de tus lágrimas cuando sientes que todo se desmorona a tu paso.

Cuando en una entrevista de trabajo te animan a que digas tres cualidades positivas y tres negativas de ti mismo, sin dudar ni un segundo, puedo decir que lo primero que pasa por mi mente son estas dos corrientes.

Yo soy una persona que trabaja sin importar lo que cuesten las cosas. Que ayuda sin importar el quién, o el cuándo, o el dónde, o el por qué. Soy una persona competitiva que siempre quiere más, que no se conforma con lo que tiene, y cuyo lema de vida, entre otros, es: "...si los demás pueden, yo también y si yo puedo, los demás muchísimo más...". Pero es que la cosa no queda sólo ahí, no. Además, soy una persona que se critica mucho más duramente que el resto y, más importante aún, que al resto. Soy una persona tan perfeccionista que nunca cree que lo que hace es lo suficientemente valioso como para que el resto lo note. Todo lo malo lo dejo pasar y me lo trago, por el simple hecho de que, a toda costa, trato de evitar que la gente que quiero se aleje de mi por una queja fuera de lugar. Y soy tan introvertida porque me da miedo que los demás se den cuenta de mis errores y decidan, también y una vez más, irse.

En definitiva, si, "todo lo que le digas a un niño en su infancia, maracará su vida para siempre". No, yo no soy la más bonita. Y sin me pones a pensar en cualidades positivas y negativas, sin duda las últimas serán las más fáciles de sacar y las primeras que te diré.

Y todo esto se hace más tangible luego de tres semanas compartiendo a fondo contigo misma. Y rueda más fácil por tu lengua cuando te tragas tres jarras de tinto de verano como si fuese agua luego de correr un maratón.

...y luego oigo en una canción que el tres es un magic number.

3 comentarios:

Unknown dijo...

con todos los años que has estado mirando patrás ya sabes todo lo que hay allá metido. Agarra lo que necesitas, date la vuelta, mira pal frente y da un pasito.

Rosa Alvares dijo...

¿Menos que los demás? Ni lo sueñes, querida. A mí de pequeña me enseñaron que lo importante no era ser "la más", sino alguien que pelea por intentarlo, te quedes donde te quedes. Porque siempre va a haber alguien inteligente que vea más allá de las apariencias, que sepa descubrir que entre las del montón hay verdaderas joyas. Sé de lo que hablo, Cindy. Lo vas a lograr, estoy segura. Y cuando te entre el bajón y te dé por pensar en que eres inferior al resto, echa mano de una de mis frases de cabecera: "Menos es más". Lo dijo Mies van der Rohe, uno de los grandes de la Bauhaus. Y ya sabes que allí todos eran muy sabios...

Unknown dijo...

si eso, escucha a rosa