13 agosto 2011

...y en esas intermitencias, se le va la misma.

...ella aprieta esa crayola en sus manos, como si se le fuese la vida en ello. Y lentamente, con trazos tímidos, dibuja en ese plano de un blanco cegador una completa sucesión de puntos. "Uno por cada historia" -, se dice a sí misma, "...y uno por cada momento de euforia por venir". Ya no es cuestión de dividir entre bueno y malo. O entre feliz y triste. No. Ya eso queda atrás.

...ella va trazando pequeñas líneas. Se estremece cada vez que esa punta afilada desgarra la virginidad del papel. Después de todo, allí está suspendida su historia. Esa que cuenta sin contar nada. Esa que sólo es un algo desarmado. Esa que son puntos. Ligereza. Esa que en vez de ser un trazo completo y continuo, es un simple espacio ocupado de forma intermitente.

...ella dibuja de aquí para allá, porque de allá para acá sería lo contrario. Y las cosas deben tener un orden. Aunque al final sólo te desordenen la mente. Y sigue rasgando suavemente el papel mientras se esconde tras la punta de su crayola.

...ella se sienta horas y horas, tratando de divisar formas. Trata de hacer puertas. Ventanas. Salidas. Puntos de fuga. Y de escape.

...ella decide que esos trazos serán el mapa de su vida. Sin embargo la crayola es del mismo blanco del papel.

...y en esas intermitencias, se le va la misma.


1 comentario:

Unknown dijo...

por mi blanco que sea el creyon igualito deja su marca, y luego con un poquito de ingenio se puede recuperar todo lo que hay en el papel