05 enero 2010

...genes más, genes menos

La realidad no es siempre como se piensa.

El 24 de diciembre le hice la pregunta de mi vida a mi madre. Le pregunté, palabras más, palabras menos:

"¿mamátúestásseguradequeyonosoyadoptada? ¿melojuras? ¿mejurasquesoyunaengbertscontodaslasdelaley?"...

...y respiré. Hondo y profundo.

Si Cindy. Está segura de que no soy adoptada. Me tuvo nueve meses en la panza. Soy su hija desde hace veinticuatroañosya. Uffff. Pobre. Las que se ha aguantado. Porque yo de mal humor soy in-so-por-ta-ble. Y de lo peor. Sólo por eso debo darle el crédito de mis genes. Si, sólo por eso.

Porque en realidad, por parecido, nada de nada. Ni los ojos (ella verdes yo ni azul ni gris). Ni el carácter (ella paciencia yo no). Ni el tamaño (1.70 vs ¿1.60?). Ni la piel (con pecas vs incolora). Ni los gustos (a ella el coco a mi la lechoza). Ni la nariz. Ni los dedos de las manos, ni los de los pies. Y así me lleno un inventario completo que no viene a juego con el resto.

Años han pasado y yo con la misma pregunta. Bueno, las mismas. Porque varias son. ¿De dónde salí? ¿Por qué no me parezco a nadie de la casa? ¿Por qué ellos grandes, delgados y estilizados y yo enana? ¿Por qué todos ellos tan holandeses, alemanes, españoles y yo tan... yo? ¿Por qué ellos tan rubitos o pelirrojos y yo tan... yo? ¿Por qué ellos tan perfectos y yo tan... Cindy Engberts?

Aún así, no hay respuestas. Siempre llego al mismo punto de partida, siempre, y sin cobrar los doscientos del Monopoly.

Y ahora, este último mes, mucho tiempo libre. Como si me hiciera falta. Como si me hiciera bien. ¡Pues no! Mucho tiempo de ocio. Mucho tiempo sin nada más que hacer que pensar babosadas propias de mi cabeza disfuncional. Mucha mierda.

Y si. Mucho orgullo con el fulano apellido. Pero, ¿y si no te pareces a nadie de tu familia, cómo te enorgulleces de eso?

No. La respuesta no está en los genes paternos. Del Vallés ni sombra, al igual que el padre. Soy una Engberts. ¿Por dónde? No sé. Pero soy una Engberts.

Así que, sin más ni más, el 24 de diciembre le hice la pregunta de mi vida a mi madre. Le pregunté, palabras más, palabras menos:

"¿mamátúestásseguradequeyonosoyadoptada? ¿melojuras? ¿mejurasquesoyunaengbertscontodaslasdelaley?"...

Si Cindy. No te había querido decir nada. Pero ¡COÑO! tienes el carácter de tu abuelo. En eso no puedes ser más Engberts. No hay más pa donde agarrar. Engberts pura y dura. Como tu abuelo. Jodía como tu abuelo. Amarga y ácida como tu abuelo. Disfuncional como tu abuelo. Asocial como tu abuelo. Callada como tu abuelo. Rencorosa como tu abuelo. Y malcriada como tu abuelo, a quien, por cierto, uno también tenía que pedirle permiso para abrazarle. Como tu abuelo, eso, como tu abuelo. ¿Te queda claro? Tienes las mismas malas pulgas que él. Aparte del color de los ojos, pero claro, eso ya lo sabías. Así que deja de pensar mariqueras. Ah, y el tamaño, como tu abuela.

...y respiré. Hondo y profundo.

Después de todo, soy una Engberts más. Eso si, como me dijo Herrera, con una argumentación que me mató: "eres la única Cindy Engberts".

Si. Eso si. Al menos hasta que el internet me demuestre lo contrario.

Por eso, la realidad no es siempre como se piensa.

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