31 marzo 2010

...y así va

"...If fear hasn't killed me yet,
then nothing will..."

[John Mayer]

29 marzo 2010

...paréntesis

...ya el tacto se ha disuelto. No es palpable ni presente. Ya no hay manos para tomar y enlazar. Y la visión se va nublando tras la ausencia. Ya no hay besos ni miradas fortuitas. Ni hay paseos por las calles de piedra. No hay visitas a lugares desconocidos. Ni comidas a la luz de la noche. No hay caricias para preceder al beso. No está la mano que navega en el cabello. Ni la boca que, a tientas, busca a la otra para fundirse. No hay tacto. Se ha disuelto. La mano está vacía. Nada por tomar. Los ojos sin nada que observar. Y ahí está. Un cuerpo inerte y suspendido en la nada. Una memoria con recuerdos que van desgranando el alma. Lo que fue y lo que dejó de ser. Lo que no es y lo que no será. Y el cuerpo sigue andando. Pero necesita más. Anhela una mano para sentir. El tacto por las calles de piedra. Por los lugares desconocidos. Las comidas a la luz de la noche. El beso que fue. La mirada. Las caricias. El encuentro y la entrega. Y es que necesita que el tacto sea tangible. Y que se haga presente. Y la ausencia se disuelve.

28 marzo 2010

...espécimen # 5

La peor historia para contar es aquella que ni siquiera tiene un comienzo.

Estaba allí todos los días. A todas horas. Caminando de un lado al otro. Jugando futbolito. Entrando y saliendo de su escuela. A la distancia de un pasillo y de una mirada. Así se convirtió en "mi antropólogo pitecus". Mi dolor de cabeza más grande. Y aún así, un espécimen del que aprendí más de una cosa.

Estudiaba Antropología. Si. En la escuela que estaba justo al lado de la mía. Yo lo miraba. Todo el tiempo. Él me miraba. De vez en cuando. Era imposible no verlo. Era perfecto. Cuerpo de muerte. Cabello negro. Ojos grandes, profundos. Estilo ochentoso. Yo no pedía nada más. Él era mi antojo y mi suspiro.

Lo conocí por un amigo de mi escuela que jugaba futbolito con él. Nos presentaron un día cualquiera y nos quedamos hablando un buen rato. Me acompañó al trabajo. Me escribió a los dos días. Yo, muerta. No me cabía en la cabeza cómo alguien como él podía fijarse en alguien como yo. Era ilógico.

Los días fueron pasando y aumentaron con ellos las dosis de antropología que me eran necesarias para aguantar el periodismo. Muchos ratos juntos. Muchas palabras que iban y venían. Hasta que pronunció lo impronunciable: tenía novia. Tenía una novia y mucho tiempo con ella.

Mira si se me vino el mundo encima. Sentí que de un día soleado pasaba a un tsunami en una milésima de segundo. Y no llevaba paraguas ni poncho conmigo. Estaba a la intemperie. Nada se le podía hacer. Era muy tarde. Yo ya había caído en el charco. Qué charco ni qué charco. Eso era más bien la laguna negra.

Yo había dejado a mi novio por él. Porque según mi lógica, si tienes novio y te fijas en otro más de la cuenta es porque algo en tu relación no va bien. Así pues, decidí que tal como iban las cosas, era mejor terminar con mi novio y a otra cosa mariposa. Sin embargo, mi antropólogo hizo exactamente lo contrario, a pesar de que también estaba más que consciente de que su relación hacía tiempo que había dejado de caminar. Él lo definía como estabilidad. Yo como rutina y cobardía. Típica masculinidad.

Luego entendí por qué los chicos actúan como lo hacen. No dejan nada de lo que tienen hasta que no tienen lo otro bien cocinado. O como dirían en mi pueblo "hasta que tienen el animal agarrado por los pelos". Dentro de todo, son inteligentes. Despiadados e inhumanos, si, pero inteligentes.

Yo dejé todo por este chico. Sin ninguna garantía. Arriesgué y perdí. Así de sencillo. Sin anestesias ni gotas para el dolor. Mis cartas estaban sobre la mesa. Sin embargo, éste espécimen no estaba dispuesto a jugar esa partida. Él seguía apostando por su novia aún cuando en el fondo sabía que también estaba arriesgando y perdiendo. Ella bailarina, de gira la mayor parte del tiempo. Al final lo dejó por otro. Irónicamente ella hizo lo mismo que yo. Le pago con la moneda que él se había guardado en el bolsillo.

Yo aprendí. Aprendí de mí misma. De lo que soy capaz de hacer y dejar por lo que creo y, sobre todo, por lo que quiero. Y luego de un tiempo recuperé con creces lo que antes había dejado de lado. Y también aprendí que un antropólogo va excavando aquí y allá, va buscando todo el rato, observando, levantando polvo y escudriñando hasta que consigue lo que busca y se queda allí. Y yo simplemente no era suficiente para que se quedara explorando.

La peor historia para contar es aquella que ni siquiera tiene un comienzo.
Esta lo tuvo, pero sólo en mi cabeza.

27 marzo 2010

...holística

"El todo es más que la suma de sus partes"

[Aristóteles]

...ni con fusta

...los que me gustan no gustan de mi.
...los que gustan de mi no me gustan.
...quien me gusta, me gusta.
...y quien no me gusta no va a la misa ni con fusta.

...pero quienes me gustan no están.

26 marzo 2010

...quiero volver

A la casa enorme de luces sin sombras.
Al olor del grano de café recién molido.
A mis árboles de pumarosa. A los moretones que dejaban las caídas desde ellos.
A las carreras sin fin. Al cansancio sin aliento.
A la cacería por los huevos de pascua.
A las noches de teatro frente a la chimenea.
A los días de frío andino.
Al pueblo.
A las tardes de caramelos por un billete de dos bolívares.
Al asiento trasero del Mercedes de mi Mamina
A la familia. A esa gente que alguna vez fue mía.
A mis abuelos.
A la mirada astuta pero ausente. A sus dedos de nicotina. A su barba. A sus lentes de pasta. A su vaso de whisky desde la terraza.
A su avena de la mañana. Sus mimos. A su perfume, ese olor a talco dulce que tanto me gustaba. A sus vestidos de flores. A su sonrisa completa. Bonita. A sus cabellos grises. A sus manos únicas.
A sentirme acompañada y protegida por ellos.

A mis cuatro años.
Quiero volver

23 marzo 2010

...de historias ajenas # 2

...y la historia es tan suya como suyo es el beso.

Y allí está pensando en él. Identificándolo con la letra de una canción que se sumerge en su cabeza. En frases que impulsan pensamientos.

Y así sigue caminando. Queriendo acercarse a ese destino incierto a través de pasos inconclusos. Esos mismos que ahora la hacen sentirse anclada al suelo.

Y la calle se alarga ante ella. Anticipándose a lo que piensa. A eso que le oprime el pecho incesante. A eso que siente.

Y sus palabras no son suficientes. Quiere más. Quiere vivir y morir. Al mismo tiempo. En el mismo instante. Con el trazar del segundero.

Y quiere sentarse. Cerrar los ojos. Transportarse. Darlo todo. O no dar más.

Y ama. Y piensa. Y sufre.

Y esa inconsistencia es lo único que la mantiene consciente. De lo que tiene. De lo que le falta. De lo que quiere.

Y finalmente se da cuenta de que lo que realmente quiere es eso que tiene pero que le falta: una historia. Su historia.

Porque esa historia será tan suya como suyo será el beso que la comience.

22 marzo 2010

...(in)finito



...¿y quién le encuentra el sentido a lo perdido?


...(sin asunto)

...algo que germanh me envió un día.


“The best ideas come as jokes.
Make your thinking as funny as possible.”

[David Ogilvy]

17 marzo 2010

...textual

"...ser comedido a estas alturas, qué chiste!"

:)

...y el galán aprende a contar de nuevo.

Te veo venir. Ya me viene tu historia a la mente. Me la sé de memoria. La he escuchado una que otra vez. Es la misma sin importar el continente. No, tampoco importa el físico. Qué babosada.

Te acercas. Miras como quien no quiere la cosa. Te aferras a tu trago. Sorbes una vez. Te haces el loco. Miras de nuevo. Planificas la estrategia. Dos sorbos más. Arrugas la cara. El trago está fuerte. Pero ¿mejor así no? Después de todo es lo único que te hace sentir valiente.

Yo te veo. allí parado. Tan inepto como siempre. Tan idiota como puedes serlo. Tan borracho como esté de vacío tu vaso. Huelo tu calaña desde lejos. A mí no me engañas. Veo tus torpes pasos hacía mí. Siento pena por ti. Tanto buscar el coraje para nada. Para lograr tan poco. Para volver con las manos vacías y un gran dolor de cabeza. Quizás si fuese otra noche tendrías más suerte. Quizás si cambiases de local tendrías más suerte. Quizás si yo fuese de esas de minifalda, tacones de vértigo y escote brutal, tendrías más suerte. Pero no es así.

Babosada número uno. No has caído aquí por casualidad. No venías de paso. No has tropezado de golpe. No venías por ningún trago. Sé que llevas media hora a cinco centímetros de aquí. Oliendo lo que digo. Escuchando lo que bebo.

Babosada número dos. No me creo eso de que soy la más guapa del local. No me interesa tampoco. No me importa tu nombre. Ni qué haces. Ni si tienes carro o no. Realmente no me provoca hablar contigo. La estoy pasando bien sin ti. Aquí con mi amiga. Aquí sola. Sin ti.

Babosada número tres. No intentes hacerte el gracioso. No soy mexicana. Tienes razón. Descubriste el agua tibia: no soy morena. Pero tampoco tengo que darte explicaciones al respecto. No estoy de humor.

Babosada número cuatro. Odio la política. No es un tema de conversación adecuado para las circunstancias. Mucho menos algo agradable para conversar en un lugar como éste. Salí de mi país por la política. Pero eso es problema mío. Nada de tu incumbencia. No te interesa saberlo. No me interesa decírtelo.

Babosada número cinco. La escena final. Vete con tus ojos de cordero para otra parte. No te voy a dar mi nombre. No obtendrás mi teléfono. Aléjate en busca de una mejor candidata. Déjame tranquila en mi rincón. Con mi amiga. Tú estás de sobra.

El ataque se redirecciona.
El GPS apunta nuevas coordenadas de ubicación.
Minifalda, tacones de vértigo y escote brutal
Y el galán aprende a contar de nuevo.

...se reserva el derecho de admisión

[...al imaginario masculino y, sobretodo, colectivo]

Me reservo mi derecho de admisión. Ese que me otorgó el planeta cuando era una semilla y estaba en la panza de mi madre. Ese que como ser humano me corresponde. Ese que me da el derecho de pensar y decidir qué acepto y qué no.

Me reservo mi derecho de hablarte. O no.
Me reservo mi derecho de escribirte. O no.
Me reservo mi derecho de llamarte. O no.
Me reservo mi derecho de salir contigo. O no.

En fin, que me reservo todos mis derechos. Tengo el poder de controlarlos. Te guste o no. Me reservo el derecho de ser mujer y no querer sentirme como una prostituta a la que llamas sólo cuando tienes necesidades. Me reservo el derecho de ser infantil e inmadura cuando quiera serlo. Después de todo es lógico que tenga mis momentos de malcriadez. Me reservo el derecho de alejarme si me acosas. De molestarme si me escribes y me despiertas en la madrugada con cosas que no me interesan en lo absoluto. Me reservo mi derecho de pensar y sentir lo que se me venga en gana.

Y por sobre todas las cosas me reservo mi derecho a elegir con quien quiero, y con quien no, estar.

Porque aún conservo mi derecho a desear ser amada. A ser la chica de alguien. A que me respeten. A que me den de comer. A que me lleven al cine. A que me saquen de fiesta. O de paseo. O de viaje. A que me inviten un helado. A que me dibujen. A que me regalen un libro. A que me llamen. A que me escriban cosas bonitas. Y también me reservo mi derecho a necesitar un hombro en el cual llorar. A querer alguien que me escuche (aunque no me entienda).

Me reservo todos mis derechos porque me los merezco. Porque los valgo. Y no pienso dejarlos a un lado, más nunca, por más nadie.

Me reservo mi derecho de admisión.
Y punto final.

...con su permiso germanh




...así comenzó el comienzo de este viaje.
[valga la rebuznancia]

...porque como diría (inserte aquí el nombre): "Recordar es vivir".

13 marzo 2010

...perfection

"...but good is the enemy of perfect..."

[Friday Night Lights]

12 marzo 2010

...del cómo y del qué

... y te preguntas si algún día ese vacío se llenará, si completará una figura física o etérea, tangible o visible. La pregunta continúa hasta hacer insoportable su presencia. Se hace agobiante la ausencia de lo que falta.

Entonces se cae en cuenta de la tendencia explícita y simplista que hay, en general, a aceptar las cosas a priori y sin importar mayores conclusiones. Un desorden mental y accidental que te hace ser egoísta para contigo mismo. No encuentras, ni eres encontrado por, lo mejor.

Ir por la orilla izquierda de la calle, sin pensar que quizás por la derecha encontraríamos vida en esas gotas que inundan nuestros cuerpos de agua. Algo simple. Lo que pudiese cambiar el ritmo de las cosas.

Pero hay un ancla que lleva abajo demasiado tiempo. La admisión, y resignación, de la derrota. Llamar una cosa por otra que no es su nombre. Evitar confusiones que puedan aclarar el panorama al punto de dejar de ser parte y testigo clave en el protagonismo de la propia realidad.

Y todo el problema está en partir de principios impuestos por conveniencia. Tonta astucia. Vivir lo ajeno. Dejar lo propio. Apartarse de las explicaciones. Del cómo somos. Del qué pensamos.

...lo que falta

Las cosas son como son, pero nada tiene realmente sentido hasta que se comienza a vivir aquello que nos es desconocido. Nuevos amaneceres. Nuevos atardeceres. Minutos y horas en autobuses que hasta hace nada no nos pertenecían. Nuevas autopistas. Nuevos acentos. Formas de vestir, pensar y comportarse. Palabras sutilmente alargadas.

El agua lo cambia todo. Una extensión lo suficientemente grande situada entre un punto A y un punto B y que, a su vez, convive con el resto del abecedario en el medio. Todo cambia. Absolutamente todo.

Los nuevos oficios o la falta de ellos. La culpabilidad. Sentirse monigote. Un saco de papas incapaz de valerse por sí mismo. La vida que se voltea de un salto y que te asalta por sorpresa.

Poco a poco te conviertes en un cazador de miradas que se cruzan fortuitas en un vagón del metro. Sin vergüenza comienzas a buscar signos que te hagan entender que, a simple vista, eres uno más del montón. Que nadie se percata de que, en efecto, estás allí. Que no eres otro elemento más de este decorado vital.

Las cosas excepcionales dejan de serlo. Están allí y ya. Punto final. Sin más. Sin menos. Rutinas que se diferencian de las anteriores. Ahora todo es nuevo. Y aún así, la reminiscencia del ser se acostumbra a ver lo que no está. El vacío. Lo que falta.

08 marzo 2010

...silencio por favor

"Cuando al fin pudo pronunciar palabra,
se supo prisionera de su propia mente
y esclava de todo aquello que es inconfesable."

[de la casa]

...cansada

No quiero escribir cosas tristes. No me gusta hacerlo. Prefiero leer y reír por una ironía o una frase sarcástica utilizada al punto. Me gusta dejarme llevar por lo que sueltan mis dedos. Y nunca saber a dónde voy a parar sino hasta el último punto y final.

Pero he tocado fondo. Emocionalmente llevo una caída tras otra desde el año pasado. E incluso caídas literales. De esas que hacen pupa y que sólo se curan con puntos y reposo.

El año pasado fue, sin duda y por mucho, el peor año de mis veinticuatro años. Y de ilusa pensé que toda la mala pava y la mala racha terminaría exactamente el 31 de diciembre. Pero otra vez me equivoqué. Ha seguido día tras día en éste año. En estos tres meses.

He ido a entrevistas y nada. He enviado millones de currículum y nada. Y sinceramente ya no sé qué hacer.

Terminé de caer.

El jueves tengo la tercera entrevista para un trabajo que no me entusiasma en lo absoluto. Y lo peor es que ya estoy resignada a la decisión. Si me eligen no me queda otra que trabajar allí. Tengo un mes más de paro. En teoría, el 10 de abril es el día en que me lo pagan y hasta ese día podría estar sin trabajo. Pero todo es teórico. En la práctica tengo un crédito y un alquiler mensual que pagar. Eso sin mencionar mis gastos comunes, el ayudar a mi mamá y ayudar a Kevin.

Sé que muchas de las cosas que tengo como responsabilidades no deberían serlo. Pero me las he adjudicado yo sola. Y no tengo más remedio que lidiar con ellas. No hay más opción. No puedo echarme para atrás en mitad de la autopista. Y sin embargo tampoco puedo seguir contando las monedas o los billetes para ver cuánto me queda para aguantar hasta final de mes. Y me duele.

Me duele tener que aceptar un trabajo que no quiero aceptar. Me duele tener que estacionar mi carrera por más tiempo. Dejarla agarrando polvo. Volver a los tiempos en que no hay tiempo para la fotografía. Retornar a la época en que el cansancio me vencía cada noche y en que los fines de semana no eran más que polvo en la tormenta, pues no alcanzaban para nada.

Las responsabilidades apestan.
Yo quisiera volver a ser niña.
Porque de verdad, de ser adulta, ya estoy cansada.

07 marzo 2010

...25 horas

Vaya día más raro.
Tenía tiempo sin divertirme tanto.
Debería salir más de vez en cuando.

Suena el despertador. 8:30 am. No hay remedio. Levantarse. Vestirse. Desayunar algo rápido. Coger el bus. Y a clase. Es sábado. ¡Cómo me gustaría quedarme durmiendo hasta tarde como cualquier otro mortal! Primero el futuro. Luego el descanso. A pelear con las "conjuncties". Nadat. Voornat. No puedo más. Las 12:00. Hora de irse. Llueve. Camino rápido. Bus a casa. Maletín con ropa. A casa de mamá. Almorzamos. Hacemos la compra del súper. Hablamos un rato. Mamá volea la copa de vino. A lavar el mantel. Llamo a Gemma. Quedamos a las 21:30 en Gran Vía. Son ya las 20:00. Debo ir a casa. Sino no llego.

Bus 28. En casa. 20:40. Me baño. Me maquillo. Me visto. Mensaje de Gemma. No llega. Va tarde. No sé por qué no me sorprende. Reviso mi mail. El facebook. El flickr. Nada nuevo. Son casi las 22. Bus de nuevo. Sol. Camino a Gran Vía. Espero. Gemma llega. Nos vamos a comer montaditos con cañas. Salimos. "Disculpa, ¿sabes por dónde se llega a la Sala Sol?" Nos perdemos yendo al toque. Llegamos a la mitad. Saltamos. Brincamos. Gritamos. Fotos aquí. Fotos allá. Una cerveza caliente. As-co. Mejor Coca cola. Conversamos. Gente por todos lados. Se llena el barco. Nos vamos.

El grupo se va desperdigando. Quedamos sólo cuatro. Vamos a Alonso Martínez. Damos la vuelta del tonto. Son las 2.45 am. Llegamos. Sin pies, pero llegamos. Muertos, pero llegamos. Cierran a las 3. Joder. Cubata y de vuelta a la calle. Toda Fuencarral. De nuevo a la Sala Sol. El lugar revienta. No podemos pasar. Rumbo a Elástika. Hay cola. Tampoco pasamos. A la Plaza Santa Ana. Un garito. Y otro. Y otro.

En este nos quedamos. Son las 4. Pero hasta las 6 no cierran. Bebemos. Algún borracho pregunta mi nombre. "Caperu", le responde Vanessa. No lo cree. Yo tampoco, me río y sigo el juego. Se va. Bailamos. Cantamos. Encienden las luces. De nuevo a la calle. Llueve. ¿Al After Hours? Vale! Caminamos más. No sentimos ya los pies. El dolor sube hasta las rodillas. Hace frío. Estamos en 0º o cerca. Llegamos a Ópera. Es aquí. Las chicas no pagan. ¿Por qué todo el mundo lleva audífonos y bailan? No hay música. Es el nuevo boom de los locales. Nos ponemos los audífonos. House o electrónica. La decisión es simple. "Thriller" en electrónico. Bailamos. Conversamos. Bebemos.

No soy de Mexico. Idiota. ¿Qué parte del "soy venezolana" no entendiste? No. No soy chavista. Si lo fuera no estaría aquí. Si, Chavéz también viene aquí pero de vacaciones. No. No soy Chavista. No me gusta la política. Y no es un tema para hablar en una discoteca a las 6 de la mañana. Menos contigo. Me aburro. Adiós.

Seguimos bailando. Joder. Me duelen los pies. Ya los siento. Y duelen mucho. Tengo sueño. 23 horas y muchos minutos sin dormir. Me muero. Quiero mi cama. Un baño y mi cama. Son las 8. Vamos. De nuevo al ruedo. Metro. Bus. A casa de mi mamá. Mi ducha. Si, una ducha caliente. Quitarme la mugre, el humo, el maquillaje. Me come el sueño.

25 horas sin dormir.
Ya es hora.
A la cama.

05 marzo 2010

...delayed

Siempre me gustaron los aeropuertos. Ver las caras de ilusión de aquellos que esperan ver llegar a alguien especial y correr a su encuentro. Más de una vez, de esas tantas, fui a esperarte y me deleitaba con aquellas emociones ajenas, con esos sentimientos que no me pertenecían pero de los cuales me era imposible prescindir.

Sonreía con cada pareja que, sin importar la multitud, se buscaba frenéticamente con la mirada entre ojos que ante ellos eran pozos sin fondo. Y allí, entre tantos, al encontrar a quien buscaban, se les iluminaba la cara, se inundaban de emociones internas que luego afloraban al estar entrelazados con ese otro que moría en la espera previa.

Cuántas veces no reí yo también con ellos. Eco de su amor. De esa alegría que no se calla aún cuando no habla. De esa pasión inconfesable.

He de admitir que, en más de una ocasión, hasta mis ojos se llenaron de lágrimas. Testigos de centenares de historias contadas en distintos idiomas que se entienden aún cuando se hablen a incontables kilómetros de distancia. Cuántas veces no desesperé porque se retrasaba tu vuelo. Quería que llegaras. Tenerte para mí. Que se me iluminara la cara al verte entre la gente. Ir hasta ti. Abrazarte. Reír en tu cuello. Narrar en tu oído lo inconfesable.

Quién diría que todo cambiaría tanto.

Ahora se me hace mortal pisar un aeropuerto. Atravesar una estación de bus. Escuchar las campanas de Renfe anunciando próximas llegadas y salidas de tren.

Cuánta diferencia hay ahora en todo.

Ya no llega nadie. No hay vuelos importantes. No hay bus que me lleve. No hay tren que me una a nadie, ni en la llegada, ni en la ida. Ni en el medio.

Y sin embargo, sigo esperando que la cosa cambie.
Y que en mi información mental, mis vuelos no digan "delayed".

...ser mujer

"...me miró como una persona con algo valioso aún por decir,
me miró como alguien a quien vale la pena mirar..."

[Uma Thurman - Motherhood]

...game over

A veces pienso en lo idiotas que somos cuando tragamos toda la mierda de ese al que amamos. Realmente es algo ilógico e inexplicable.

Esto del amor debería tener un límite. Como en un videojuego. Tres intentos. O game over. Comenzar todo desde el nivel cero. Una nueva vida que trae con ella tres intentos más. Y así vamos.

Eso de ir fracasando y remendando las tazas rotas con superglue aún sabiendo que no tienen arreglo es algo realmente inaudito.

Qué tontos somos cuando tratamos de convencernos a toda costa de que las cosas funcionarán cuando en el fondo sabemos y estamos más que conscientes de que no será así.

Deberíamos ser capaces de abrirnos los ojos nosotros mismos para ver eso que es obvio: llegaste al límite. Terminaste tu vida tres veces, retomándola siempre desde el punto donde te quedaste.

Hay que afrontar la verdad.
El juego se ha acabado. Y perdiste de nuevo.
Game over.

...espécimen # 4

So tell your mama I said hello.
La vida que se va en un cielo que se cae.

Con éste podría escribir las palabras más agrias para describir lo que sucedió y aún así no le haría justicia. Prefiero transcribir cosas que pensé para él. Palabras dedicadas. Un cuaderno con el paso del tiempo tatuado en sus páginas. Ya no son para nadie. Solo son.

El catálogo de hoy es compilatorio. Funeral de aquello que fue y no bastó.

"¿y quién me devuelve estas dos vidas vividas a destiempo?¿quién me devuelve el cambio horario?¿y el atraso?¿y el adelanto?¿quién me devuelve esos días y noches, esas horas en mundos distintos?¿quién me devuelve lo que vivía y me quitaron? [...] No sé si me equivoco al dar todo lo que tengo, no sé tampoco si sería peor no hacerlo..."

"Tu y yo. Con una ciudad de recuerdo. Con una ciudad que nos recuerda, que tiene grabados nuestros pasos en sus entrañas, que nos ha visto reír y abrazarnos, que nos ha dado un escenario único [...] y un futuro que comenzó en esas calles, en esa noche, en ese cuarto. Con caricias que quemaban al rozar la piel, con besos que absorbían el alma para atraparla en un vicio infinito y, espero, eterno: el tenerte. Una única opción. La que sólo con tu presencia se hizo la más válida del mundo. Tu y yo. La noche. El primer beso. Con ella de testigo, de amante intrínseca y transitoria. Esa que queda en mi recuerdo. Esa en la que mi vida queda de recuerdo. [...] Porque toda la vida se queda allí [en Barcelona], hasta que vuelvas por ella. Hasta que vuelvas por mí."

Nunca volvió.
Y es obvio que me equivoqué.
Todo quedó en un plato sucio que debe ser lavado.

La herida de este aún duele algunas noches, aún da calambres cuando está por llover. Y aunque ya no llueve por él, no puedo negar que es un capítulo difícil de contar y un espécimen difícil de catalogar. Estaba enamorada. Con eso digo todo. Basta y sobra.

Si bien la relación era difícil desde el principio, la intensidad de las emociones lo compensaba todo. Incluso el jugar una guerra a muerte con su madre sabiendo que yo la tenía perdida mucho antes de haber comenzado. Hoy, haciendo cuentas, veo que no solo metí la pata hasta el fondo sino que, encima, la revolqué en el lodo. Dejé de lado muchas cosas. Dí la espalda a las dos únicas personas que siempre han estado para mí. Todo por él. Porque pensaba que lo valía. Que no suene esto a arrepentimiento. No me arrepiento de nada de lo que hice, mucho menos de lo que dejé de hacer. Supongo que él me amó o me quiso a su manera. Pero tendría sus razones de peso para dejarme como lo hizo. No miento cuando digo que quedé deshecha. Porque, a pesar de no ser la mejor de las novias, lo amaba. Y en más de una ocasión estuve dispuesta a dejar todo por él. A seguir mi vida a su lado. A formar una familia. A tener eso que hasta ahora nunca he tenido.

Lo que aún me hiere el orgullo es el hecho de que no haya sido sincero conmigo cuando fui a verlo. Aún me parece indignante y bajo que no haya sido capaz de dejarme, cuando sabía muy bien que no iba a regresar. Que no haya tenido los pantalones para decirme que había alguien más. Que sus prioridades y sus intereses habían cambiado. Que le era más fácil vivir allá. Todo terminó con un correo diciendo que le habían ofrecido una oportunidad que no podía rechazar, que no quería dejar pasar, su propia compañía, el trabajo de su vida.

El correo fue cuestión de minutos. Bajar el telón y suspender la obra.

Hoy es otro espécimen más de la lista. Pero algo aprendí y, sólo por eso, debo agradecerle.

La vida de aquí se fue. El cielo de aquí poco importó.
Y como diría Norah Jones: "...So tell your mama I said hello..."

04 marzo 2010

...una noche en clase

Agencias Internacionales de Prensa //

"...porque la objetividad no existe,
porque debemos ser honestamente subjetivos..."

...24 hours



... de mi primera serie fotográfica terminada.

03 marzo 2010

...lost and found

Hace casi dos meses y medio me enviaron un mail de una revista nueva, diciéndome que había quedado preseleccionada para redactar un artículo de moda y participar en el proceso de selección de redactores fijos para la oficina de Madrid.

La respuesta nunca llegó. Así que sigo asumiendo que no quedé seleccionada ni para recibir una piruleta de consuelo.

Sin embargo, modestia aparte, mi artículo me gustó. Y como me divertí haciéndolo, hoy he decidido sacarlo del archivo abandonado y darle luz. Aquí va entonces. Como una evidencia del recuerdo. Y del presente.

______

Diane von Furstenberg

La mejor amiga a un armario de distancia.

A sus 63 años y con 29 boutiques ubicadas en las mejores ciudades del mundo, incluida la de Madrid situada en el barrio de Salamanca, Diane von Furstenberg sigue dando la batalla como una de las diseñadoras más influyentes de la industria de la moda.

No ha sucumbido ante los milagros del botox ni ante el esculpido del bisturí. No se autocompadece por hacerse mayor. No se conforma con un sofá mullido y una taza de té. No ha creído nunca en la mujer como extensión del hombre y mucho menos como la pieza débil en el puzzle de la humanidad. Ha desafiado la creencia común que define a la mujer como una distracción en la vida del hombre y lo mejor de todo es que lo ha hecho por las buenas. Es una sobreviviente en una profesión dominada por hombres y en la que, hasta hace algunos años, ser una mujer era una suerte de estigma. Pero ¡sorpresa! aún hoy continúa siendo una leyenda andante en el mundo contemporáneo de la moda.

Ciudadana del mundo. De ningún lugar en específico y de todos a la vez. Un pasaporte plagado de sellos. Nacida en Bruselas, con estudios en Suiza, Inglaterra y España y actualmente anclada a Estados Unidos. Marcada por la experiencia de su madre, judía y sobreviviente del holocausto, Diane von Furstenberg ha soportado de todo. Si bien su historia pudo haber sido el cuento de hadas con el que muchas sueñan (para nadie es secreto que en 1969 se casó con el príncipe alemán Egon von Fürstenberg), ésta mujer decidió tomar el camino espinoso, el más difícil, pero también el que más éxitos le ha reportado. No quería ser sólo la chica que se lleva al príncipe, rehuía al hecho de depender de alguien y se descarrió en pro de una opción distinta donde prevalecieron su carrera, sus ambiciones y su continua creencia en el poder de la mujer a favor de una independencia propia. Si, le costó su divorcio y algún que otro traspié que ha superado con maestría, y es que ¿quién no ha tenido al menos un revés en su camino hacia la meta?

Esta mujer de la sonrisa imborrable revolucionó el mundo de la moda con su concepto del wrap dress, un vestido simple pero de efecto colosal que supo calar como una pieza de diseño impecable pero sencillo, elegante pero práctico y que no podía faltar en ningún armario. La premisa era sentirse mujer al usar un vestido. ¿Qué lo hacía tan atractivo? Su corte, un acabado cruzado bajo un singular escote que, al ir atado a la cintura, se ajusta al cuerpo y lo estiliza. Y como este vestido fue la piedra angular que la catapultó al éxito, von Furstenberg se ha mantenido fiel a su línea y el resto de sus colecciones han seguido apostando por lo natural, inspiradas siempre en el arte, en la naturaleza y, sobretodo, en la mujer.

Su trabajo es el resultado de sus creencias más firmes y de sus pasiones más puras. Inventa y crea. Imagina y produce. Va de mujer a mujer. De la una a la otra. Se inspira en su fuerza femenina, en la seguridad que le da ser una mujer que crea para mujeres. Priman la practicidad y la elegancia, enfocadas siempre a la comodidad de esas profesionales que viven de la inmediatez y que deben valerse de una imagen completa y sofisticada cada día de la semana, sin importar hora o lugar. Porque al final todo se resume en que la ropa esté al servicio de proyectar la personalidad y de ser la mayor carta de presentación.

El avance de las nuevas colecciones previstas para salir al mercado este año están plagadas de la esencia que siempre ha caracterizado a esta diseñadora. El tema: un safari por los lugares más recónditos y fascinantes del mundo. Su visión: ésta vez, como tantas otras, se ha conjugado en diseños bohemios inspirados en los colores del desierto. La idea: una mujer exploradora, de espíritu libre, aventurero y, por lo tanto, moderno.

Estas colecciones incluyen también atrevidos cortes asimétricos y drapeados en vestidos de corte mini o largo que combinan estampados salvajes y colores electrizantes, sin duda llamativos. Sin embargo, también se ha inclinado hacia su constante minimalismo, de un negro sobrio y clásico al que adereza con pequeños estallidos de color a través de accesorios tejidos y que invocan a lo kitsch. Adicionalmente, introduce modelos que mezclan chaquetas de manga larga y corte clásico con pantalones pirata o pitillo o, simplemente, con shorts ajustados a la cintura. En cuanto a los materiales, el uso es diverso, variando desde el chiffon, el cuero, el algodón, la seda y el poliéster e incluyendo en ocasiones la lycra y el nylon. ¿Cuál es el punto en común de toda la colección? Una imagen adulta y, al mismo tiempo, sexy y contemporánea. Muy adaptable a los tiempos que corren hoy en día.

Esta belga multifacética también nos pone a la orden su página web donde, además de encontrar todos sus diseños más actuales y pequeños lujos para cualquier ocasión, podremos leer el blog personal que lleva las mismísima Diane para relatar sus aventuras en los viajes que realiza alrededor del mundo y donde publica fotos tomadas por ella misma, incluidas las de su última campaña donde fungió nada más y nada menos que como fotógrafa profesional, mezclando, al igual que con sus diseños y texturas, sus dos pasiones, la moda y la fotografía.

Es así como en un mundo de cambios y de crisis esta mujer resurgida de sus propias cenizas ha sabido reinventarse a sí misma y seguir dando la batalla, poniendo a prueba su imaginación y creatividad a la hora de crear elementos nuevos que puedan funcionar en la industria actual y partiendo de la base de ser auténtica para demostrarle al mundo entero que en el tablero de la moda aún le quedan algunas piezas por mover y muchas ganas de jugar.

...tengo algo en el ojo y me molesta!

...inventario de la desesperación - La secuela

Hoy son 20.

1.- Gestor de siniestros multiriesgos - 4h por las mañanas
2.- Asistente de RRPP
3.- Responsable de Comunicación
4.- Asistente de Marketing
5.- Recepcionista con inglés. Sustitución
6.- Copywriter nativo de Venezuela
7.- Product Manager Belleza y Moda
8.- Assistant junior de Marketing con inglés
9.- Secretaria administrativa con inglés
10.- Secretaria para Full Fiction Spots
11.- Recepcionista con inglés
12.- Recepcionista con inglés
13.- Ayudante de Coordinación
14.- Secretaria Administrativa inglés alto de 14 a 18h
15.- Secretaria con inglés en Madrid de 14 a 18h
16.- Dependientas para tiendas de Adolfo Dominguez
17.- Recepcionista bilingüe inglés mañanas
18.- Ayudante de Recepción en hotel 5*
19.- Communications Costumers Liaison
20.- Agente de Lost & Found en Aeropuerto de Madrid

+ un correo a un profesor, quien me contesta lo siguiente: "Hola Cindy, aunque la situación no está nada fácil si me entero de algo te lo haré saber. Besos y ánimo"

Esto es una maravilla!

...¿Quién le invita un trago?

Cada día en España es una nueva aventura. Ciertamente no siempre el paseo es agradable, no siempre es malo. Simplemente es. Y así hay que tomarlo. O al menos así me gusta pensarlo. Supongo.

Hablando de días malos, hoy.

Llevo desde el domingo con un dolor de cabeza que no me deja ni a sol ni a sombra. Me acuesto, duele. Me levanto, duele. Como, duele. Salgo, duele. En fin, creo que es obvio ¿no?: "duele", y mucho. Ya he probado todos los analgésicos posibles habidos y por haber. Españoles y venezolanos. Y nada.

No me puedo desviar. Hoy.

Hoy me levanto y me ducho. Desayuno. Llamo al mono para que me ayude con un proyecto fotográfico que debo entregar mañana. Llega a casa a las diez y algo. Vamos caminando a El Retiro. Primera señal: el lugar donde quiero hacer las fotos "está temporalmente cerrado por condiciones meteorológicas", ¿qué significa? no lo sé. El caso es que continuamos caminando. Nos recorremos medio parque, lo que además implica rodear varias calles y avenidas de Madrid. Le explico el tema. Pero me desvío. Me propone otro tema. Lo acepto. Le tomo fotos. Me toma fotos. Terminamos. Nos compramos unos bocatas y zumos y a caminar de vuelta a casa. Hablamos un rato. Se va. Limpio mi cuarto y la sala, que es lo que me corresponde esta semana. Me ducho de nuevo. Yo y mi dolor de cabeza. Ya es mi amigo inseparable. Vive aún siendo invisible. Ya es parte de mi.

Me visto. Salgo. Mierda. El bus está en la parada. Semáforo en rojo. Para evitar el mal rato de perderlo cruzando la calle, corro hasta la otra parada. Llego de vaina. Recorrido en paz. Camino hasta el IED. Para hacerlo corto, la mujer, después de hacerme esperar de pie durante veinte minutos, logra revolverme el apellido que tengo e incluso el que me falta. ¿Cómo te lo explico? Soy periodista. Estudio un máster de fotografía documental. No, no me interesa hacer otro máster de fotografía. Ya todo lo que tenía que saber, humildemente, lo he aprendido. No, tampoco quiero un máster de periodismo. Entiende. Soy periodista, soy (a cuentas más o a cuentas menos) fotógrafa. Quiero saber de moda. Quiero, en un futuro, trabajar en una revista de moda. Vale, nos estamos entendiendo. Me das la información. La tarjeta. El email. Me voy echando chispas. A contratiempo. Voy tarde. Corro.

En el Metro. Calma. Klondike en el iPod. Al aeropuerto. La entrevista. Una alemana. Agria, gritona y prepotente. Esto se pone bueno. Y mi dolor de cabeza aumenta. Me revuelven el carácter holandés y, peor aún, el venezolano. ¿Cómo que qué prefiero? Obviamente mi máster. Me rompo la espalda para pagármelo. No, no tengo coche. Si, vivo cerca del aeropuerto. Entiendo que es mi problema ver cómo llegar al aeropuerto antes de las seis de la mañana sin metro. Entiendo lo de los turnos rotativos, pero el que es hasta las 00:00 horas no me interesa, tengo el máster tres días a la semana. Si, es mi prioridad. No, no puedo dejarlo, ni quiero. ¿Cómo voy a saber si en tres meses me llamarán o no para ofrecerme algo de periodismo o fotografía? Ojalá fuese así. Sin embargo no ha pasado en dos años. Ya sé que las cosas pasan cuando uno no las espera. Pero no puedo saber si en cuatro meses me ofrecen algo por lo cual pueda dejarlos colgando a ustedes. Vale, puedo soportar el uniforme y trabajar tres fines de semana al mes. Vale, puedo quitarme el piercing para trabajar. Basta. Es mucho por hoy.

Busco a mi mamá. Necesito dulce. Si, brownie con chocolate y café con leche por favor. Gracias. La cuenta. Yo invito.

Damos una vuelta. Me pruebo unos tacones de muerte. Me siento alta. Me gusta. No me los llevo. No los necesito. No me veo en casa entaconada. Dejo a mamá en el bus. Voy a casa. Al fin llego. Respira. Los analgésicos. La ducha. El pijama. Las fotos. Edita. Escribe.

¿Si duermo se irá el dolor a alguna parte?
¿Quién le invita un trago?

...in-sen-si-ble

Cuando era pequeña no me cansaba de repetirle a mi mamá que la quería. Y le daba besos y abrazos cada vez que podía. Era empalagosa. Ella, era todo lo contrario.

Con el tiempo, los papeles han ido cambiando y yo me he ido haciendo un poco insensible. Siento que tengo un trastorno un tanto contradictorio. Mi cuerpo ha cambiado sus mecanismos de reacción. Hablo de distintos tipos de humor y ánimo. De ataques de pánico que sobrevienen inmediatamente después de instantes esperanzadores.

Todos los días es lo mismo.

Últimamente sufro de mamitis crónica. Necesito a mi mamá. Estar con ella. Decirle que la quiero. Que es prácticamente la única persona importante de mi vida. Lo único que tengo. Lo único que "es mío". Sin embargo, a ratos, llego a sentirme un tanto agobiada con su presencia. No me gusta cuando me da un beso y me dice que me quiere. Cuando me abraza. Me hace sentir vulnerable viéndola vulnerable a ella misma. No me acostumbro a su cambio. Porque nunca antes la había visto así. Porque cuando yo era pequeña, me infundía una entereza perfecta. Estaba en un altar. La amaba igual, pero sólo podía admirarla. Era intocable. Nada podía con ella.

En días como ayer, cuando se le entrecorta la voz al despedirnos, cuando se le llenan los ojos de lágrimas, sólo quiero salir corriendo. Y correr hasta perderme. Fundirme con el iPod a todo volumen para no ponerme a llorar como una niña pequeña. Sé que ella lo está pasando tan mal como yo. Que está fatal por verme anímicamente agotada. Sé que pone su mayor esfuerzo en hacerme sentir bien. Que se siente mal cuando me ve mal, cuando digo cosas sin pensar, cuando mis respuestas se convierten en un no tras otro, cuando mi humor ataca contra ella.

Necesito a mi mamá. Pero no sé cómo decírselo, cómo hacérselo saber. No sé cómo demostrarle que la quiero. Porque no sé darle un beso. No sé abrazarla. No sé como decirle cuánto la amo. Perdí la costumbre. Perdí la inocencia. Y ahora me da pánico que se desmorone frente a mí. Porque es la mujer más fuerte que conozco.

Creo que el centro de todo está en que las dos cambiamos lugares. Desde que ella salió de Venezuela para venir a vivir a Madrid, yo asumí sus responsabilidades. Y me tocó afrontar situaciones para las que no estaba preparada. Así es la vida. Y he aprendido. Y he crecido. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que las cosas cambiaron más de lo que veo realmente. Me ha tocado crecer a la fuerza. Quizás como a muchos. Todo muy apresurado. No he tenido el tiempo de asimilarlo. En dos años he pasado de graduarme, a vender lo poco que teníamos en Caracas, a meter todo en cajas y traérmelo conmigo a Madrid.

Aquí se resumió a empezar de cero. Estudiar un curso que costó más de lo que podría haberme costado mi carrera en una universidad privada. Trabajar para asumir mis gastos y comenzar a pagar mi máster. Y de repente estoy sin trabajo. En una ciudad amable pero extraña. En un país que no es el mío. Y con demasiado tiempo libre para pensar en que si todo falla no hay un plan B. No hay casa en Caracas a la que regresar.

No hay nada. Es esto o nada. Nunca me había sentido tan insegura en mi vida. Y es que tengo miedo por las dos. Somos mi mamá y yo. No tenemos nada más. Sólo nos tenemos la una a la otra. Y por eso me exijo tanto. Por eso me siento tan perdida cuando no puedo darle lo que se merece, lo que nunca nadie le ha dado. Ya no me dejo cuidar. Ahora soy yo quien trata de protegerla a ella a toda costa. No permito que se baje del altar. Pero ella no para de intentarlo. Quiere ser de carne y hueso, como el resto de las mamás. Yo ya no me quejo de que sea intocable. Ahora ese puesto lo asumí yo.

Pero cuando la insensibilidad va ganando la carrera, me pregunto ¿quién más sino yo misma puede protegerla cuando mi humor atenta contra mi y contra ella?

Lo siento. ¡Me he vuelto insensible!

01 marzo 2010

...inventario de la desesperación

Tres modelos de cartas de presentación. Currículum Vitae con foto, sin foto, en español, en inglés. En dos horas (quizás más, quizás menos), me he inscrito en 19 ofertas de empleo.

¿El recital? A continuación:

1.- Gestor telefónico (Soporte técnico). De 00h a 08h - Lunes a Domingo
2.- Futuro azafata/o de vuelo
3.- Recepcionista (en una Agencia de Viajes)
4.- Camareros/as extra para bodas
5.- Personal de Equipo para cines del Centro Comercial Plenilunio
6.- Recepcionistas de Hoteles 3 y 4 *
7.- Teleoperador con Idiomas (Inglés/Francés/Alemán)
8.- Recepcionista de un Rent a Car en el Aeropuerto
9.- Recepcionista del mismo Rent a Car en el Centro de Madrid
10.- Vendedor/a 40h semanales para Tommy Hilfiger
11.- Ayudante de dependiente zona Centro para el Grupo Cortefiel
12.- Secretary for Wall Street Institute
13.- Dependiente/a Zara y Massimo Dutti
14.- Atención a clientes (con inglés y otro idioma) para Multinacional de Telecomunicaciones
15.- Segunda encargada para Oysho
16.- Customer Representative / English Market / American Express
17.- 2º Encargado para Pepe Jeans
18.- Encargada o Dependienta para tienda del sector textil
19.- 2º Encargado para Tommy Hilfiger en CC de zona norte de Madrid

Algunos están bien. Muchos apestan. Lo sé. Pero la desesperación tiene colmillos largos y trata de echarle dientes a lo que sea.

¿La realidad? Cuentas fijas por pagar. El piso y los servicios que conlleva. El crédito del máster. Mi abono del Metro. Y la compra mensual del súper... porque algo tendré que comer ¿no?