A veces pienso en lo idiotas que somos cuando tragamos toda la mierda de ese al que amamos. Realmente es algo ilógico e inexplicable.
Esto del amor debería tener un límite. Como en un videojuego. Tres intentos. O game over. Comenzar todo desde el nivel cero. Una nueva vida que trae con ella tres intentos más. Y así vamos.
Eso de ir fracasando y remendando las tazas rotas con superglue aún sabiendo que no tienen arreglo es algo realmente inaudito.
Qué tontos somos cuando tratamos de convencernos a toda costa de que las cosas funcionarán cuando en el fondo sabemos y estamos más que conscientes de que no será así.
Deberíamos ser capaces de abrirnos los ojos nosotros mismos para ver eso que es obvio: llegaste al límite. Terminaste tu vida tres veces, retomándola siempre desde el punto donde te quedaste.
Hay que afrontar la verdad.
El juego se ha acabado. Y perdiste de nuevo.
Game over.
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