Y allí está pensando en él. Identificándolo con la letra de una canción que se sumerge en su cabeza. En frases que impulsan pensamientos.
Y así sigue caminando. Queriendo acercarse a ese destino incierto a través de pasos inconclusos. Esos mismos que ahora la hacen sentirse anclada al suelo.
Y la calle se alarga ante ella. Anticipándose a lo que piensa. A eso que le oprime el pecho incesante. A eso que siente.
Y sus palabras no son suficientes. Quiere más. Quiere vivir y morir. Al mismo tiempo. En el mismo instante. Con el trazar del segundero.
Y quiere sentarse. Cerrar los ojos. Transportarse. Darlo todo. O no dar más.
Y ama. Y piensa. Y sufre.
Y esa inconsistencia es lo único que la mantiene consciente. De lo que tiene. De lo que le falta. De lo que quiere.
Y finalmente se da cuenta de que lo que realmente quiere es eso que tiene pero que le falta: una historia. Su historia.
Porque esa historia será tan suya como suyo será el beso que la comience.
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