Te levantas en la mañana con esa sensación de no saber qué estás haciendo. No saber qué haces bien. No saber qué haces mal. Una pequeña introspección que se va difuminando a medida que abres los ojos. Te bañas. Te vistes. Un poco de maquillaje para tapar las cicatrices que ha ido dejando este último mes en tu cara. Tratando de simular que todo va viento en popa. Que estás lista para arrancar el día con buen pie. Pero todo es parte de la misma mentira.
Ríes porque no sabes cómo dejar de hacerlo. Los nervios te traicionan en la batalla por ganar control a la pesadilla que se ha apoderado de tus últimos días, de tus últimas noches.
La oficina. Ese mar tortuoso lleno de especímenes que no logras entender. Esos que se te antojan bipolares. Esos que un día crees normales y los mismos que al otro quieres lanzar por la ventana.
Y entonces todo comienza a tornarse gris. Te envalentonas. Haces la llamada y té en mano, te encaminas a paso funebre hacia esa historia que en algún momento comenzó pero cuyo final se ha adelantado más de los previsto. Llevas el cuchillo en los ojos, como si con el pudieses cortar la tensión, la incomodidad que flota en el aire. Sueltas hileras de palabras y de frases que llevas atragantadas desde hace días. Y el lenguaje se te hace corto, porque no es el tuyo. Quisieras decir tanto y, por el contrario, dices tan poco. Te levantas, abres la puerta con mano firme y frente en alto y te vas por el pasillo hacia tu sitio, intentando disimular el desagrado de las últimas palabras. Intentando callar a esa Cindy que sólo quiere tirarse al suelo a llorar.
Llegas al sitio y la muralla cae. Lágrimas resbalan sin que nada las puedan detener. Ni la fuerza con la que cierras los parpados es suficiente para evitar que sigan saliendo. Desconsoladas. Pañuelos que corren en las manos tratando de esconder lo inevitable. Y te hundes en la silla.
Y allí precisamente comienza tu monólogo. Cual repetición infernal de eso que sabes pero que no quieres oir.
Y de repente oyes tu voz. Y la ves a ella. "I have never been like this", te excusas, como si fuera tu culpa el "I'm not happy" que te sale a borbotones sin saber siquiera cómo pronunciarlo. Y es exactamente eso. No eres feliz. Es todo parte de un mismo truco, de una misma ilusión. Y allí te despiertas y te desmoronas porque te das cuenta que has estado viviendo una gran y estupenda mentira.
Lo próximo que sabes es que todo está en tu bolso y llevas el abrigo en el brazo. Tus pasos hacen eco por ese pasillo que es ahora inmensamente interminable, ese que se te hace infinito. Encajas la cara en el suelo, cual avestruz, para que nadie te vea llorando. Pero es muy tarde. Muchas miradas sobre tí. Sales y al subirte al ascensor sabes que dejarás el edificio. Sin embargo, las lágrimas no te dejan a ti.
El tren. Y el monólogo que sigue. Que si necesitas ver a un psicólogo. Que este es el precio que tienes que pagar por todo el cambio que has hecho, aunque no te lo tengas merecido. Que no quieres volver. Pero que toda la energia la has ido dejando, a cuentagotas, en el camino. Se te ha agotado y ya no quedan más reservas. No hay más que hacerle. Y te imaginas en el psicólogo, pero ¿qué le vas a contar? o ¿en qué idioma? o ¿es que vas a lloar también cuando trates de explicarle cómo te sientes pero no puedas porque el idioma y la lengua te fallan? ¿Quién va a haber para escucharte cuando no sólo estas "alone" sino tambien "lonely"? ¿Qué antidepresivo puede ayudarte a callar esa voz que te repite constantemente que no estás bien, aunque no quieras demostrarlo? ¿Qué sonrisa es lo suficientemente grande y falsa para hacerle sombra a las noches sin dormir o a esos fantasmas familiares que te persiguen hasta en tus horas más normales.
"Quizás - te dices - lo que necesitas son unas vacaciones". Pero ¿a dónde? ¿Con qué dinero? ¿Bajo qué excusa? ¿A lo mejor otro cambio de vida? "A la tercera va la vencida", o al menos eso suelen decir, pero ¿a dónde? ¿Qué lugar te ayudará a recuperarte de esta? ¿Hasta cuándo vas a estar huyendo de algo que llevas tan dentro que siempre estará contigo?
Tratas de escuchar las palabras de Gabo. Empiezas a creer que todo podría solucionarse con libros de autoayuda, con hacer yoga, con limpiar y sanar tu alma, dejando todo lo malo de lado, con quererte más. Pero sabes que no es así, porque tú no eres así, porque nunca has sido así. Pero allí está el radical libre: "Tú nunca has sido asi", sin importar cuánto se te ha puesto delante, siempre te has puesto en pie y te has hecho la valiente. Con un grito de guerra te has llevado todo cuanto se te ha cruzado en el camino. Y todo por la bendita terquedad de un apellido que a las chiquitas, no deberia ser ni el tuyo. Nunca ha llegado un momento de parar y ver atrás. Porque nunca es suficiente. Porque siempre quieres más. Porque lo personal queda de lado. Porque todo lo demás, y los demás también, tiene prioridad.
Y allí es cuando te viene a la cabeza eso de "You are too nice", o el "es que tu eres muy buenecita Cindy" y entonces ya terminas de enfurecerte. Eres una fiera. Si, claro, una fiera, pero en el pelaje de un ratón. Un ratón que hace rato sólo se ahoga en el charco de sus propias lágrimas. Un ratón que de tanto correr y esconderse, hace rato que ha dejado de creer.
Y ahora estas aquí, escribiendo, sólo con la agonia de querer dormir y no despertar. Sólo por el hecho de no volver a repetir el ciclo. Sólo por no volver a despertar de nuevo con esa sensación de no saber qué estás haciendo.
...porque sólo quieres pulsar el off de ese monólogo interno, pero no sabés cómo.
1 comentario:
*ABRAZOTE*
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