19 marzo 2012

...el día de Santa Nonnie

[(...)Miré a mi padre, boquiabierto.
No creo haberle visto nunca tan feliz como me lo pareció en aquel instante.
Sin mediar palabra, se levantó de la butaca y me abrazó con fuerza.
Sentí que se me encogía la garganta y, a falta de palabras, me mordí la voz.]


Carlos Ruíz Zafón - La sombra del viento



Hoy, en España, es el día de San José y, por ende, también el día del padre.

A falta de padre, buena es mi madre.

Anoche recordaba cuánto la extraño. Cuando no tengo a quién decirle buenas noches antes de dormir o buenos días parada en el pasillo frente a la puerta baño con la boca llena de espuja y el cepillo de dientes en la mano. O cuando no tengo con quén compartir el pozo de café y la correspondiente ingesta de azúcar del desayuno dominical. O cuando voy de compras y no tengo quién me diga que ese vestido le sienta terrible a mis crecientes michelines.

Si. De más está decir que mi madre, al igual que casi todas, puede ser más pesada y fastidiosa que una piedrita en el zapato cuando tienes que correr un maratón. Pero es mi madre. Y como tal, la amo en infinita cantidad. Verán, cuando uno es hijo único no queda más que ocuparse de su madre en toda la regla y en toda la extensión pues los deberes de los hijos, que normalmente se comparten entre hermanos (no siempre a partes iguales, debo decir y recalcar), recaen en una sola persona: tú. Sin importar la circunstancia, el día, la hora o el lugar que lo amerite.

Hace exactamente una semana mi madre estaba sacándome de mis casillas, magistralmente como siempre claro, porque tenía problemas con su conexión a internet. Y claro, como toda madre de todo hijo de este siglo, piensa que soy Ingeniera en Sistemas. Con lo cual todo lo referente a una computadora, su querida Cindy tiene que saberlo. Obvio, ésta que no tiene ni un miligramo de paciencia partido en diez pedacitos, botó sapos y culebras por la boca, dejando la conversación a medio terminar y con el entrecejo tan fruncido que en vez de dos cejas tenía una sola extendida sobre ambos ojos. Y finalmente, sintiéndose miserable y llorando como María Magdalena por el sentimiento de culpa atrapado entre pecho y espalda.

Siete días han pasado desde que peleamos. Hoy la Nonnie volvía de Venezuela. Y aunque sé que las probabilidades de que unas horas más tarde me haga perder la paciencia son tan altas como el monte Everest, apuesto a perdedor, pues tengo unas ganas enormes de ver su carita en Skype y de aguantarme sus extensos cuentos del qué, cómo, cuándo, dónde y por qué de sus días en Caracas.

Y llego a casa. Enciendo este perol. No está. La espero. Durante el mientras, me entero de que es el día del padre en España. Pues yo no tengo padre. O si lo tengo, pero nunca ha estado. Pequeño detalle. A mi nunca me han valido los días del padre, ni los de San José. Más que nada, porque nunca he podido disfrutar de uno o felicitarle por su labor. Sin embargo, mi madre merece la felicitación de rigor. Y mucho más también.

...pues a falta de padre, buena ha sido ella...
...a fin de cuentas, para mi, este no es más que el día de mi Santa Nonnie.

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